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DERECHOS

02nov11


Sinopsis de la audiencia de 02nov11 en el juicio por crímenes contra la humanidad cometidos bajo control operacional del Comando V Cpo de Ejército con sede en Bahía Blanca


Comando V Cpo de Ejército
Audiencia del 02 de noviembre de 2011

La audiencia comenzó pasadas las 9 de la mañana en la sede del rectorado de la Universidad Nacional del Sur con la presencia de los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Bahía Blanca Jorge Ferro (de la Cámara Federal de Apelaciones de Mar del Plata); José Mario Triputti (del Tribunal Oral Federal de La Pampa), Martín Bava (juez federal de Azul) y el juez sustituto Oscar Hergott (del Tribunal Oral Federal Nº5 de Capital Federal).

Además, participaron el fiscal Abel Córdoba y los abogados querellantes Víctor Benamo y Mónica Fernández Avello por la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Nación; y por familiares, Diego Czernieky. Por la defensa pública los dres. Gustavo Rodríguez, Alejandro Castelli y Leonardo Brond y los particulares Mauricio Gutiérrez, Luís De Mira y Eduardo San Emetério.

En primer término el fiscal Abel Córdoba a partir del testimonio brindado en una audiencia anterior por el ex conscripto y abogado Norberto Cevedio, solicitó que se tome declaración testimonial al suboficial retirado Raúl Rojas y a Mauricio Gutiérrez, teniente coronel retirado y actual defensor particular de algunos de los represores imputados.

Ambos compartieron tareas con Cevedio en la asesoría legal del Ejército. El Tribunal dejo la resolución para más adelante.

En el arranque no estuvieron presentes los imputados Jorge Aníbal Masson y Juan Manuel Bayón porque tenían turno en el Hospital Militar, se incorporaron más tarde.

En cuanto a los testigos, se presentó Néstor Hernández, citado por la mención que realizó en la audiencia del 1 de noviembre María Rosa Escudero: "Todos los grupos tenían gente que entraba, pero eran muy toscos. En la época de Mónica (Morán) vino un muchacho que se llamaba Néstor Hernández a tomar clases de teatro y dijo que trabajaba en la SIDE y en teléfonos del estado". Sin embargo, el hombre adujo ser un homónimo del mencionado por Escudero. Los jueces le solicitaron que fije domicilio ante el TOF.

Luego, Mabel Del Río relató los hechos en torno al caso que tiene como víctima a su hermano Ricardo, nacido el 23 de mayo de 1949 en Tandil. A los 18 años llegó a Bahía Blanca para estudiar en la UNS ingeniería electricista.

Entre el día 18 y el 19 de agosto de 1976, Ricardo fue visto en el V Cuerpo del Ejército, donde fue mantenido en cautiverio hasta su asesinato el 5 de diciembre de 1976, cuando fue sacado del centro clandestino de detención junto a Carlos Rivera. Ambos fueron fusilados.

La "historia oficial" presentada por un comisario de la Policía Federal Argentina manifestó que se trató de un enfrentamiento casual entre una patrulla militar y dos delincuentes subversivos que habrían atacado a los miembros del ficticio dispositivo militar.

María Rosa Toncovich, dijo en la audiencia que "Ricardo del Río era militante de la JUP al igual que yo, lo conocí en el '74 cuando comencé a militar en la universidad para estudiar contador público que no pude continuar porque debía materias de la secundaria".

"He compartido reuniones y tareas de militancia. Las tareas eran trabajar en el centro de estudiantes. Desde la JUP realizábamos tareas sociales, apuntando a una distribución de la riqueza, sobe todo ponernos en el lugar del otro", relató.

También testimonió José María Petersen, sobreviviente del centro clandestino de detención y torturas La Escuelita, liberado y vuelto a detener en el Batallón de Comunicaciones 181 donde fue visitado por el cura Vara.

"(Vara) iba a darnos contención, apoyo anímico, cigarrillos, golosinas. Le contamos las torturas y no decía nada. Justificaba el hecho no como que eran militares si no paramiliatres que trabajaban por su cuenta por fuera de la institución y que estaban buscándolos. Inclusive donde estuve secuestrado un par de veces pude ver vehículos del Ejército", afirmó.

Al término de un cuarto intermedio alrededor de las 13 el Tribunal resolvió aceptar el testimonio del abogado defensor y militar retirado Mauricio Gutiérrez, ofrecido por la Fiscalía.

Por la tarde, se presentó Gustavo López, ex alumno de la Escuela de Enseñanza Técnica Nº1 secuestrado en 1976, y sus padres Joaquín López y María Gallardo.

Finalmente el fiscal Abel Córdoba desistió de tomar declaración a Alberto Osvaldo Bonini, suboficial mayor del Ejército (R). Según la explicación del representante del Ministerio Público "en consideración a que el señor Bonini está bajo juramento de decir verdad y que obran elementos de convicción en primera instancia agregados recientemente como también ha sido producido en las últimas audiencias ante este mismo tribunal, la Fiscalía considera que no es posible formularle preguntas al señor Bonini que no sean incriminatorias. Esto es porque esos elementos -a criterio de la Fiscalía- son suficientes para sospechar la participación de Bonini en crímenes de lesa humanidad".

La audiencia finalizó a las 20:40 y entró en cuarto intermedio hasta las 9 del día siguiente.

Néstor Omar Hernández

64 años, bahiense, casado, tres hijos. Comerciante.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Usted sabe quién es Mónica Moran?

No tengo idea quién es.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Usted a qué se dedicaba en el 1976?

Yo era comerciante en 1976, tengo una distribuidora de calzado.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Usted ha trabajado en la empresa de teléfonos del estado, realizó actividades artísticas?

Nunca trabajé en telefónica, no desarrollo actividad artística. Me enteré porque ayer me mencionaron en la causa.

El fiscal Abel Córdoba solicita que el testigo fije domicilio actual ante el tribunal.

"Vivo en Cauque 288".

Juez José Mario Triputti: ¿Usted en qué año realizó el servicio militar?

El servicio militar lo hice a los 18 años en el comando. Mucho antes del golpe de estado.

Juez Jorge Ferro: ¿Usted conoció a María Rosa Escudero?

No sé quién es. Jamás trabajé en relación de dependencia. Nunca en el Estado.

Mabel del Río

Jubilada docente, vive en Tandil. Declaró por el caso de su hermano Ricardo Gabriel del Río.

En el 76 estaba acá en Bahía Blanca, él en el 69 vino a estudiar, terminó de ingeniero electricista. Estudió en la Universidad Nacional del Sur. Recibimos un telegrama que mi hermano estaba enfermo, mis padres viajan. Pudieron reunirse en un lugar, regresaron a Tandil diciendo que no lo íbamos a ver más. No sé si no lo querían decir pero nunca comentaron por qué no lo iban a ver más.

Durante unos meses no supimos nada de él, un tío que vivía cerca venía a Bahía a averiguar sobre él hasta que le dijeron que estaba en el V Cuerpo. Mis padres vinieron para acá, fueron al V cuerpo, le mostraron un libro donde decía que ya estaba en libertad.

Pasó un mes, se recibió una carta de mi hermano que decía que estaba bien y sabía lo que hacía. Después no se supo más nada de él, hasta que en diciembre, el seis, por la radio nos enteramos de que lo habían matado en un enfrentamiento.

Mis padres y un tío vinieron a reconocerlo, lo encontraron en una comisaría. Lo enterramos en Tandil.

Varios años pasaron, un día fueron unas personas a la casa de mi padre, yo ya no vivía con ellos. Mis padres creyeron que murió en un enfrentamiento, murieron con ese pensamiento.

Pasaron varios años, nos reunimos todos los familiares y en esa organización encontré una señora compañera de militancia del Pelado, así le decían a mi hermano. Y me dijo que militaban en la JP. María Rosa Toncovich era esa señora.

Mi padre recorrió varias comisarías. Estaba en una morgue, estaba muy herido, tenía marcas en el cuerpo. Como quemaduras tenía.

El día que mis padres viajaron a buscar el cuerpo a Bahía, llegó la policía a Tandil. Esperaron que lleguen mis padres, cuando llegaron, entraron y registraron todo.

Significó muchísimo para mi padre. Él dijo que le había dado tantas satisfacciones porque era muy buen deportista, se reprochaba que no hubiese seguido jugando la pelota en vez de ir a estudiar. Mi hermano fue una persona muy capaz, tenía un sentido de justicia.

María Rosa Toncovich

55 años, vive en Tandil, es empleada judicial. Compañera de militancia de Ricardo Del Río.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Cuéntenos las circunstancias en las que conoció a Ricardo del Río?

Ricardo del Río era militante de la JUP al igual que yo. Lo conocí en el 74 cuando comencé a militar en la universidad para estudiar contador público, que no pude continuar porque debía materias de la secundaria.

He compartido reuniones y tareas de militancia. Las tareas eran trabajar en el centro de estudiantes. Desde la JUP realizábamos tareas sociales, apuntando a una distribución de la riqueza, sobe todo ponernos en el lugar del otro.

"El Pelado" Del Río, así le decíamos, ha compartido reuniones conmigo y con otros compañeros, con María Laura Barral, Malimacci, Zulma Matzkin, también conocí al "Flaco" Peralta, con los hermanos Machi, con mi amigo Carlos "el Pelado" Davit.

En muchas oportunidades Del Río fue a mi casa. Era una de las pocas que vivíamos en Bahía con la familia. En la época de estudiantes, donde había una mamá que cocinaba era motivo para reunirse, las reuniones eran para tomar algo, comer y hablar de nuestro proyecto.

Nos juntábamos en el Comahue de Bahía Blanca. Que luego cuando buscaron a mi hermana, que está desaparecida, desapareció en La Plata, fue allanada por la policía de Buenos Aires, uniformados de azul nos increparon en esa casa donde me sentí violada. Tratándonos de no sé qué.

Del Río era una persona muy dulce e inteligente. Me entero que en Tandil fue abanderado en la escuela primaria y técnica. Cuando lo conocí ya estaba promediando la carrera de ingeniero.

Fueron prioridad para los genocidas los inteligentes, en realidad también es importante que manifieste todo el aspecto y personalidad de Del Río. Era una persona humilde de perfil bajo de buen humor, buen jugador de fútbol. Tenía la humildad de los grandes. Por eso no lo dejaron vivir.

Los momentos fueron de alegría, éramos compañeros, la tarea la ejercíamos con lucha y esperanza para cambiar el sistema, para que todos tengan las mismas oportunidades.

En noviembre del 75 fue cuando empezaron los allanamientos a los cuáles hice referencia. Después de eso me tuve que ir de Bahía Blanca. Al otro día del allanamiento mi padre contó con una persona que ofreció un trabajo para que me vaya a atender un negocio a Viedma. Ese día pasé por casa de Carlos Davit. Fue la última vez que lo vi.

Ya en Viedma llegó un policía de gris al negocio. Era de la policía de Río Negro y me pidió la identificación. Dijo 'Estamos identificando la gente nueva en Viedma'. Después, al irme, regresa, abre la puerta del negocio y me dice que era un pedido de Bahía Blanca.

Vuelvo hacia Patagones a la casa de mi hermana y me dice '¿Viste apareció un cuerpo colgado con 44 balazos de Itaka y es el cuerpo de Carlitos Davit?' Después de eso me fui a Buenos Aires.

Es importante decir que luego que me fui de Bahía Blanca para Viedma, mis padres sufrieron allanamientos de la Policía Federal. Fueron con una máquina de escribir para decir que no había ningún indicio de subversión. Mis padres se fueron de Tandil a La Plata, porque mi hermana que era chiquita corría peligro. Los vecinos nos cuentan con los años, que camiones verdes se llevaron muchas cosas, entre ellas las fotos. Esto sucede en la casa del barrio Comahue.

Una vez que mi hermana desaparece en La Plata deciden volver a Bahía con mi sobrina, que lograron rescatarla. Yo doy gracias a dios que sus restos descansan en paz (por Del Río), cuando me voy a Buenos Aires, sufrimos muchos viajando por todo el país. Éramos como leprosos, éramos todos subversivos.

Fui concejal por el Frente para la Victoria y milité en un grupo de derechos humanos de Tandil. Trabajando con los organismos decidimos visibilizar la cara de los desaparecidos. Ahí, después de mucho tiempo, veo la foto de mi compañero Del Río.

Los hermanos Macchi tengo entendido estuvieron en La Escuelita. Pude hablar por teléfono con uno de ellos y supe ahí que estaban vivos.

José María Petersen

53 años, casado, una hija, es técnico electricista. Vivía en el 1976 en calle Trelew 517 y estudiaba en la ENET 1.

Fiscal Abel Córdoba: Le voy a solicitar que explique al tribunal los hechos que ha padecido como víctima.

El 20 de diciembre de 1976 a las 22 horas llegaba a casa, tocan timbre, abrí una ventana de la puerta, me pasan una pistola, me obligan a abrir la puerta, entran armados, me agarran a mí, estaba sentado en la mesa cenando, me tiran al piso, me atan, me sacan y me llevan en un auto. Eran cuatro o cinco personas y no estaban uniformados. A mis padres los encerraron en un baño.

Esa noche me ubiqué en el espacio tiempo, dimos una vuelta en el auto, por el Parque de Mayo. Era un campo, esa misma noche me interrogaron por un amigo, me decían donde estaba este amigo y donde tenía las armas. Me metieron a una cama y me tuvieron vendado durante varios días.

Hasta el 13 de enero fueron golpes como al pasar, cuando te encontraban hablando. Hasta el 13 de enero, ese día a la tarde me llevan a una sala me desnudan, me atan de pies y manos a un elástico de una cama, me torturan con picanas y golpes, me hacen morder por un perro, asustaba.

Estuvieron un rato preguntándome por depósitos de armas, me acusaban de haber participado de un atentado en la agencia Ford en calle Donado. Después de un rato declaré falsamente que había estado de campana. También que sabía que estaba el depósito de armas en calle Aguado.

Me sacaron, me dieron un cigarrillo. Y ahí quedo. A la noche me vuelven a sacar y vamos a ir ahora a la casa donde están las armas.

Ahí les digo que era mentira, les digo por qué mentí, ahí empezó de vuelta picana y golpes y me dejaron tirado en el piso.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Los interrogadores entre ellos se llamaban de un modo especial?

Sí, no recuerdo en este momento, pero se nombraban, eran apodos.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Había otras personas ahí?

Había gente que hablaba, eran chicos de la Industrial, el 31 de diciembre me hablaba alguien que estaba al lado mío, me pregunta quién soy y me dice que es Villalba, que era profesor de la Industrial. Nos descubren hablando, obviamente nos pegan un rato, me sacan de ahí y pasé la noche de nuevo tirado en un piso frío.

Estaban Lebed, Roth, Mengatto me parece. Pero no tuve conversaciones con ellos en ese lugar.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Podría decir dónde es el lugar donde estuvo secuestrado?

Estaba en camino La Carrindanga, en un campo, después me enteré que era en los terrenos del Comando.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Había mujeres?

Si, eran sometidas a tortura también.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Lo atendió un médico?

Un día me sentía mal, me revisó una persona que supongo era un médico. Yo estaba medio como drogado. Alguien me revisó dos veces. Estaba muy golpeado, estaba bastante mal.

Una noche me sacan, me devuelve efectos personales, me dicen 'Flaco te vas'. Me desea suerte y nos liberan.

Nos dejan en el cementerio. Se escuchan tiros, no sé si estaba solo, estaba entre los yuyos. Se escuchan ruidos de autos y camionetas y alguien dijo 'Acá hay uno'. Me sacaron las vendas y las ataduras y me dijeron que nos andaban buscando para rescatarnos.

Que estaban buscando a las personas que nos tenían. Eran personas militares las que nos encuentran. Fue inmediato entre que nos dejan y "nos rescatan".

Al día siguiente tenía heridas importantes. Me curaron. En el Batallón nos visitaba el padre Vara que nos llevaba golosinas y cigarrillos. Estuvimos siete días más, hasta el 21 de enero.

Habla un militar con nosotros, nos vendan los ojos, tuve un interrogatorio, me hacía las mismas preguntas que en el otro lugar. En otro interrogatorio me suben al primer piso, sin los ojos vendados. Supongo que eran militares de rango alto.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Con quién fue dejado detrás del cementerio?

Creo que estaba Roth, me parece que era López, Aragon y alguien más.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Vara a qué iba?

Iba a darnos contención, apoyo anímico, cigarrillos, golosina. Le contamos las torturas y no decía nada. Justificaba el hecho, no como que eran militares si no paramiliatres que trabajaban por su cuenta por fuera de la institución y que estaban buscándolos. Inclusive donde estuve secuestrado un par de veces pude ver vehículos del Ejército.

En el batallón me hicieron firmar una declaración. (El fiscal Córdoba solicita se le exhiba al testigo para que reconozca su firma en unas actuaciones de inteligencia realizadas por la Prefectura Naval).

Fiscal Abel Córdoba: Esa acta del interrogatorio tiene fecha del 14 de enero del 77, ¿usted en esa fecha en qué lugar estaba?

El 14 de enero del 77 estaba en el Batallón.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Durante los días en el Batallón usted pudo comunicarse con su familia?

No pude comunicarme con mi familia hasta 2 o 3 días antes de liberarnos.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Durante todo este período temió que lo mataran?

Sí por supuesto, especialmente la noche que nos liberaron. Pensé que me mataban.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Cómo es la liberación final?

Nos vino a buscar el hermano de Gustavo Roth.

Mi familia había presentado habeas corpus, fueron a ver a un obispo y éste les dijo 'Algo habrán hecho'. El obispo era monseñor Ogneñovich.

En esa época estaba haciendo el servicio militar voluntario. Hice el servicio a los 18 años, teníamos un año completo, cuando volví fui dado de baja por no presentarme con aviso, había comenzado el 16 de abril del 76, estaba en Prefectura.

Cuando volví me interrogaron, me preguntaban qué me había pasado. Le conté lo que me pasó y nada más y después me dieron la baja.

A mi casa no llegaron notificaciones de Prefectura por mi ausencia del servicio militar.

En el Batallón estuve siete días y Vara estuvo cinco veces.

Mauricio Gutiérrez

Juez José Mario Triputti: "Queremos escuchar el testimonio de Gutiérrez".

La defensa pública interpone recurso de reposición de Gutiérrez. Triputti dice que el Tribunal necesita saber sobre lo que él conoció cuando prestaba servicio en el V Cuerpo y que sobre ese tema deberán girar las consultas. El abogado San Emetério asume la defensa de los imputados representados por Gutiérrez.

Fiscal Abel Córdoba: ¿En qué períodos estuvo en el V Cuerpo de Ejército?

Ingresé en el Ejército en la escuela Lemos, rendí examen de admisión. Había que ser de los mejores, éramos como 90 y había cinco bacantes, eso era en el 75. En el 76 se hace un curso que lleva todo el año. Esa escuela estaba en Campo de Mayo. Al terminar ese año, a uno lo destinan a un comando.

Para el 77 me asignan como teniente primero auditor a comisión durante tres años al comando V Cuerpo. Yo creo que pude haber llegado sobre finales de enero del 77, tenía 25 años.

En la asesoría jurídica, el jefe era el teniente coronel Rodolfo Lucio Lapeña. Empecé a prestar servicio en la asesoría jurídica y estuve hasta 1981, volví en el 84 hasta el final de mi carrera, me retiro, dejé de ir a trabajar en el 2005.

Fiscal Abel Córdoba ¿Qué funciones cumplía en ese lugar?

La funciones del oficial auditor están escritas en un reglamento hoy derogado. Lo que uno tenía que hacer ahí eran dictámenes y resoluciones. En esa época se hacía un borrador que aportaba el jefe y después se pasaba a máquina. Y el jefe llevaba eso al comandante.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Quiénes eran sus superiores?

Lapeña. Yo era el más nobel, después el capitán Burlando, después Lapeña, miembro del Estado Mayor jefe de la división y después Catuzzi, después Azpitarte.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Suboficiales había?

Los encargados de la oficina eran Rojas y otro auxiliar que era de Las Flores.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Eran cinco personas?

Si, debería haber sido más grande.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Conscriptos había?

Sí, había en el 76. Fue el doctor Cevedio, casi no compartí la vida militar. Yo me presenté en el 77, habremos estado juntos una parte del mes de marzo. Después tuvimos al soldado que lo reemplazó a Cevedio de apellido Mora que hoy es camarista.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Recuerda sobre qué eran los dictámenes?

El juez hacía una sumaria, tenía que hacer un informe de elevación.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Cuántas oficinas había?

Tenía dos, la del jefe y el auxiliar más antiguo y la otra donde estábamos todos. Después nos dieron otra cerca de ese lugar.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Qué otras resoluciones hacían?

Enfermedades, sanciones disciplinarias, y las que invocaran al reglamento militar.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Conoció sumarios por lucha antisubversiva?

No, si existió no lo vi. No vi expedientes

Fiscal Abel Córdoba: ¿Quién trataba esa materia?

No sé si hubo sumarios por eso. Yo no los vi.

Fiscal Abel Córdoba: ¿De haberse instruido tendría que haber pasado por su secretaría?

Sí.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Conoció que llegaran recursos de habeas corpus?

De esa materia jamás tuve conocimiento.

El fiscal Córdoba hace mención a la declaración de Cevedio donde habla de una carpeta. Al respecto el testigo dice: "La carpeta que menciona Cevedio, yo nunca jamás la vi. Sí había una carpeta roja, en desuso que tenía modelos. El que era nuevo tenía que fijarse ahí cómo se hacía una resolución.

Fiscal Abel Córdoba: En el período de 1977 debe saber de algún habeas corpus (menciona varios) que pasaron por esa dependencia ¿qué tratamiento se les daba?

Yo de eso no tengo conocimiento. De todas maneras si viene un oficio hay que contestarlo. Pero no todos llevan dictámenes.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Cómo iban los oficios o los habeas corpus?

Sí. Iban para el comandante y después él llamaba a quien tenía competencia para eso.

Las cosas se me mezclan, las cosas en que estuve ahí y las de mi trabajo profesional.

El Fiscal Abel Córdoba menciona que hay varios habeas corpus firmados por Lapeña. Gutiérrez dice "yo no tengo conocimiento".

Gustavo Darío López

51 años, trabaja en el área de arte y de poesía. Trabajó como electricista en una empresa 20 años, dio clases 5 años e hizo trabajos free lance para imprentas, etc. Casado, tres hijos.

Fiscal Abel Córdoba: Dado que usted mencionó que se dedicaba al arte y la poesía, ¿esa profesión tiene que ver con un modo de derivar lo que ha vivido?

Testigo: Entiendo que de algún modo sí. La experiencia que me tocó vivir a los 16 años, estar treinta días secuestrado, atado y en un estado de confusión interno muy grande, de stress, sabiendo que a cada momento las personas que me tenían secuestrado me decía que nos iban a matar o esperando que se reanude una nueva sesión de tortura o de simulacro de fusilamiento, mi mente en ese momento estaba como muy alterada y con el pasar de los días empecé internamente a construir como un mundo mental en el cual me pudiera refugiar y ahí es donde me encontraba con las canciones que yo sabía, me las cantaba mentalmente o internamente me reproducía los poemas que me sabía de memoria y sentía como un alivio con esa práctica, sentir que recuperaba algo de la humanidad que perdía en ese lugar de locura y de muerte y de inhumanidad total.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Cree que algún relato refleja lo que usted y muchas personal pasaron, la palabra puede llegar a reflejar lo que vivió?

Testigo: Bueno, sí. Hay un relato objetivo de los hechos que como todo hecho de esa naturaleza, internamente también lleva un montón de sensaciones. Una experiencia subjetiva que se obtiene únicamente en ese estado de experiencia. Sí los hechos me sucedieron y que también afectaron a mis compañeros de estudio que fueron llevados al campo de concentración.... Sí, podría armar un relato completo.

El 21 de diciembre de 1976 a las dos de la mañana más o menos, me despertaron tres hombres en mi casa, estaba durmiendo, me golpearon, me cambiaron, preguntáron si yo era Gustavo López, me bajaron a la cocina, me introdujeron en un auto, un Unión DKW.

En aquel entonces vivía en Las Heras al 900 en la casa de mis padres, subieron la pendiente de Las Heras hasta Cervantes, doblaron a la izquierda hasta que encaminaron por calle Urquiza que en ese entonces estaba llena de pozos. Sentí los ruidos de los árboles del parque y unos minutos después llegamos a un lugar.

El auto se detuvo, pasamos una tranquera. Me bajaron del auto, me entregaron a una de las personas. Iba cubierto por una capucha, cuando llegué, empezó a golpearme con patadas y golpes en el estómago, me pasó un arma por la cabeza, me sentó y me dijo que cierre los ojos que me iba a sacar la cabeza, que no abra los ojos porque si veía a alguien era automáticamente una persona muerta.

Me vendó y me trasladaron a una sala, donde estuve los 36 días de encierro. Me dejaron atado con una soga con las manos a la espalda y vendado. Así estuve casi un día y medio, al mediodía me desataron las manos y pude comer y tomar agua por primera vez.

Así estuve tres días más hasta que un guardia me preguntó el nombre y me llevó a una habitación. Me sentaron junto a un compañero de estudio que se llama Renato Zoccali, Renato me dijo que diga todo lo que sabía, que cuente en todo lo que habíamos estado juntos. Yo estaba sorprendido porque si bien era mi compañero, no teníamos ninguna actividad regular. Se lo llevaron a Renato, me desnudaron, me ataron al elástico de una cama, me golpearon muchísimo, me aplicaron electrodos en la sienes, en todo el cuerpo, en los testículos, así me tuvieron unos cuarenta minutos más o menos. Por momentos había perdido la conciencia.

Me llevaron a una habitación donde había una gran cantidad de personas, entre 20 y 25. Un guardia me preguntó el nombre y me llevó a una habitación donde dos personas me interrogaron.

Algunos estaban sobre una cucheta y otros tirados en el piso. Nadie podía hablar ni ver, así fueron los días con algunos episodios que fueron pasando cada tanto. Por ahí recibíamos golpes y palizas sin saber bien por qué.

Me llevaron a un segundo interrogatorio donde se me preguntó por un atentado a la concesionaria de Amado Cattaneo, finalmente accedí a decir que sí había participado, con un relato ridículo, no sabía ni qué decir. Luego tuve un episodio de un simulacro de fusilamiento una noche en que me habían dicho que me iban a soltar. Me encontraron contándoselo a una persona y me sacaron e hicieron un simulacro de fusilamiento.

La habitación tenía otra al lado, una reja nos separaba del lugar donde estaban los guardias, había una galería que comunicaba con otras habitaciones donde se practicaban las sesiones de interrogatorios.

Una semana antes que me liberen de ese lugar pedí ir al baño. Era una letrina o el campo, según quién estaba de guardia aprovechábamos para pedir ir. El baño era una lata donde teníamos que tratar de orinar como estábamos. Cuando me llevaron al baño al campo pude ver un aljibe, una torre y como una casa rodante.

Sobre los guardias: Eran todos sobrenombres, la mayoría tenía la tonada norteña, tucumana... Laucha, Zorzal, el Tío, el Abuelo... En los interrogatorios había otras personas que hablaban diferente, no tenían acento.

Había una persona que se vinculaba conmigo afectuosamente, diciendo que iba a salir, que colabore, su sobrenombre era Pocho, una vez me trajo una golosina, me convidó un cigarrillo, me sacaba como a un banco que había afuera. Me hablaba un rato tratando de establecer ese vínculo positivo, el trato con el resto de las personas era muy desalmado, muy tremendo.

Estuve boca abajo con las manos atadas a la espalda, generalmente nos ataban con correas de cortina, con los ojos vendados y con una capucha.

Estar en esa situación, cualquier persona forzada y amenazada de muerte durante cinco horas tirada en el piso con las manos atrás estaría en estado de stress, de confusión, de angustia, de miedo, de terror. Hasta que ese terror estaba como naturalizado y yo me sentía un autómata esperando la liberación o la muerte. Más la segunda opción.

El cuerpo se acostumbra. Lo que era difícil, era convivir con los insectos que nos picaban, era verano y había de todo, hacía mucho calor. A mí me llevaron con una campera de lana y unas zapatillas que me hirieron los pies porque las tuve todo el tiempo.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Tenía sentimiento de inhumanidad o de ser cosificado?

Sí, sentía que había perdido esa condición de humanidad. Era alguien a dispocisión del capricho, de esa arbitrariedad tremenda y además no sabía qué me estaba pasando. Por momentos era como un sueño, muchos sentimientos intensos, encontrados y continuados.

No poder dormir era también muy perturbador.

Uno aprende la dimensión del dolor, aprendí que el dolor puede tener siempre una escala más. Nunca pensé que había personas que podían llegar a ese estado de horror. Había un odio latente, creciente que lo inundaba todo, fuimos tratados mucho peor que animales.

En ese lugar una vez me curó un médico. Me había sacado la zapatilla, tenía una infección en el pie izquierdo y fue una persona que me curó con otro compañero, Voizuk, que tuvo una experiencia verdaderamente horrible por su condición de judío.

Se lo decían todo el tiempo. Voizuk tenía unas heridas en las muñecas y una de las personas que se acercó cuando lo estaban curando dijo 'A ese judío hijo de puta ponele el alcohol puro'. Me quedaron grabadas las palabras.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Qué significa llevar esas marcas en el cuerpo?

Es una experiencia muy fuerte, muy intensa, muy traumática y siempre... Es una experiencia que me ha acompañado toda la vida. Ese odio expresado, tener la necesidad de alejarme a la velocidad de la luz, de tener esos sentimientos. Es algo de lo que no se puede extraer más que dolor.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Podría enumerar las personas que estuvieron con usted cautivos en ese lugar?

Sí estuvo Gustavo Roth, Petersen, Renato Zoccali, Gustavo Alarcón, Carrizo, Lebed, el profesor Villalba, Mengatto, Guillermo Gallardo, Sergio Voitzuk, una persona que se llamaba Giordano que yo no conocía pero conocí ahí adentro. Justo cuando nos estaban curando con Voitzuk él estaba con nosotros y en un momento le dijo a Voitzuk 'Quédense tranquilos que ustedes no tienen nada que ver, van a salir'. Luego cuando fui liberado mi padre me envió a Buenos Aires y estando allá me enteré que Giordano había sido muerto en un enfrentamiento en el Pibe de Oro. En el campo de concentración se presentó como Martín pero unos compañeros luego me dijeron que él era Giordano.

Había otras personas, una mujer embarazada, otras dos chicas más por lo menos, había dos habitaciones llenas de personas, calculo que serían 45 o 50 personas.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Cómo sabía que la mujer estaba embarazada?

Un día después que me trajeron de una sesión de tortura, no me pusieron en la habitación que tenía una ventana con una reja donde habitualmente estaba, sino que me llevaron con una persona que estaba con una mujer, con malestares, se quejaba, vino uno de los guardias que dijo 'Uy está ya con pérdidas' y se la llevaron. Eso fue más o menos el 15 o el 18 de enero del '77.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Podría relatar cómo le anuncian que lo van a sacar de ese lugar?

Una madrugada Pocho me volvió a poner las zapatillas y me subieron con Gustavo Roth a un auto, al mismo con el que fui secuestrado, Unión DKW, y nos llevaron a la parte de atrás del cementerio, nos bajaron y nos dijeron que nos quedemos quietos que no nos iba a pasar nada. En otros autos llevaron a otros compañeros. Salieron tirando tiros diciendo 'Vamos que viene el Ejército'. Al minuto llegó un camión del Ejército, nos levantaron, nos preguntaron quiénes éramos, que nos estaban buscando, nos metieron en un camión. Mi confusión era máxima porque que el Ejército dijera que me estaban buscando era una cosa extraña.

En el camión al lado mío se sentó un subteniente, leí el nombre que era Méndez, nos llevaron al Batallón 181, recién pintada y donde había seis camas con sus jabones, toallas... Nosotros éramos seis personas, cosa muy extraña, ahí estuvimos seis días más.

Nos dejaron hasta el otro día a la mañana, nos trajeron el desayuno, luego nos sacaron, nos volvieron a interrogar encapuchados. Uno me dijo '¿Pero cómo, ustedes no tenían nada que ver, cuál era tu posición en la subversión? Si no te vamos a tener que pasar a dispocisión del PEN'. Yo ni sabía qué era. Una semana después nos liberaron.

Los seis estábamos muy lastimados, Petersen tenía un corte grande en la nariz, erupciones en la piel infectadas, vino un médico, era un conscripto y dos veces más un enfermero que nos dejó los remedios. Yo me ocupaba de curar a Petersen. Yo tenía las muñecas, las sienes y el pie...

Llevábamos 20 días con la misma ropa con que nos habían sacado de nuestras casas.

En un momento en el Comando en uno de los interrogatorios dije que no teníamos nada que ver y dice 'Pero el director no opina lo mismo, dice que ustedes son bastante revoltosos'.

Juez José Mario Triputti: ¿Quién era el director?

El señor Herrero. No tenía trato, lo conocía perfectamente como director.

Juez José Mario Triputti: ¿Usted después de tantos años que infiere de ese dicho? ¿Pudo haber tenido comunicaciones el director o le pueden haber preguntado a él?

Mire, puede ser... Pero no infiero íntimamente nada porque el nivel de locura y de surrealismo que tenían todo ese tipo de relaciones y de hechos creo que podría tener algún grado de injusticia. Tal vez no, no lo sé.

Juez José Mario Triputti: ¿Cómo le cayó que le dijeran eso?

En ese momento era un juego de niños que me dijeran eso, en relación a todo lo que nos estaba pasando. Nuestra mente estaba en una dimensión que no hacía contacto con esos hechos casi anecdóticos, porque la persona que me estaba interrogando y torturando, me hicieron sentar en el piso y desde ahí arriba me tuvo unos 25 minutos interrogándome, él sabía muy bien lo que un chico de 16 años podía decir en ese momento. No hacía falta que me presionara...

Muchas veces nos hemos preguntado por qué personas que no teníamos actividad política que con mucho menos podían haber averiguado la verdad, las actividades que esa persona tenía, tuvimos que pasar por esa experiencia.

Juez José Mario Triputti: Para terminar con la cuestión del director que a mí me interesa, cuando usted llegó a su casa y se reencuentra con su familia, ¿tomó conocimiento si el director se interesó con lo que le pasó a sus alumnos?

No me enteré, lo único que mis padres vieron al director dentro del Batallón en una oportunidad en que fueron a preguntar por nosotros. Estaban todos los padres de los chicos desaparecidos, lo vieron entrar, la madre de Voitzuk fue la que lo reconoció. No sabemos a qué habrá ido.

Fiscal Abel Córdoba: ¿En la escuela era obligatorio ir a los desfiles militares durante la dirección de Herrero?

Nunca iba, no sé si sería obligatorio o no.

Fiscal Abel Córdoba: ¿Iba algún religioso al segundo lugar que los llevaron?

Sí, al Batallón fue el padre Vara dos veces a visitarnos, la primera habló con nosotros, la segunda llevó cigarrillos y galletitas, muy serio muy duro. Finalmente nos aconsejó que seamos buenos, que sigamos los consejos de nuestros padres, que no vayamos por el sendero descarriado... El apareció en el calabozo, le pedimos sí que hable con nuestros padres para que supieran. Le dimos nuestros datos. Fue algo que nunca hizo, no cumplió nuestro pedido.

No se manifestó (sobre la tortura), era un tema difícil para tratar ahí adentro. Me acuerdo que nos hacía decir una oración, un padrenuestro y nos daba consejo, que seamos buenos muchachos. Le dijimos donde habíamos estado.

El guiaba mucho la conversación, no era que hablábamos nosotros lo que queríamos. Estaba con una sotana o con un pantalón pero sí tenía el cuello blanco de los sacerdotes. Lo acompañaba un guardia que abría el candado y la puerta y entraba con nosotros, en la puerta se quedaba el guardia.

Una tarde a primera hora, serían las 16 o 17, vino un oficial que ya había estado, se llamaba Marjanov, un capitán creo que era, era un oficial de rango alto, a decir que nos iban a liberar. Un tiempo después nos sacaron a la puerta del Batallón y nos hicieron firmar un libro de actas y en la puerta estaba mi papá esperándonos y nos subió a su auto y nos llevó a cada uno a su casa.

Marjanov ya había hablado con nosotros. Por si necesitábamos algo, un formalismo.

Ese sentimiento lo tuve al día siguiente que nos dejaron en esa celda del Batallón, como que la actitud era más componedora, estuvimos toda la noche hablando, no podíamos dormir, yo estaba en la cucheta de arriba, pasó toda la noche y no pude dormir.

Entendíamos que estábamos tan maltrechos que no nos podían entregar así a nuestros padres.

Mis padres me contaron que fue muy desesperante, mi padre era obrero, mi mamá ama de casa sin militancia política, no estaban al tanto de lo que estaba pasando, no sabían qué hacer, se sentían impotentes.

Entre los trámites empezaron a conocerse y vincularse con los padres de los otros estudiantes. Juntos conformaron un bloque de contención, ya sabían qué hacer, a quién reclamar, dónde llevar los habeas corpus, pero después de cada gestion era más desesperante, era peor.

Iban a ver a un oficial de la base y les dijeron que si teníamos algo que ver con la izquierda no nos busquen más porque el proyecto era matar a todos los que estuvieran con la subversión. Mi papá les dijo que hasta un asesino tiene opción a un juicio, le dijo 'En este caso no'.

Mi mamá quiso ir a ver a Mayer. Llegaron tratando de escuchar al menos una palabra de contención y se encontraron con un obispo muy receloso, muy serio que ni siquiera se acercó a donde ellas estaban. Lo único que les puedo decir es que si sus hijos tienen alguna vinculación política no los busquen porque deben estar muertos. Mi mamá lloró, lo increpó, ante esa circunstancia el obispo se dio vuelta y las dejó.

Mi mamá que es muy católica sufrió mucho, es muy oscuro.

Alguien del Ejército le dijo a mi padre que se acercara al Batallón que iban a liberar al hijo. Mi mamá el 28 de diciembre fue por el Batallón queriendo meterse con una torta hasta La Escuelita para entregársela el día de mi cumpleaños. Un guardia la frenó y le disparó cerca. Había un dato del lugar donde estábamos. Se lo dio una enfermera amiga de mi padre que trabajaba en el Hospital Militar.

Una vez -mientras estaba detenido- fue el Ejército (a su casa), puso un camión en una calle y otro en otra y era un oficial que fue a decirle a mi madre que se quedase tranquila que estaba bien y que iba a volver. Esto repercutió en todo La Falda y Bella Vista.

Fui liberado el 21 de enero y estuve los seis días anteriores en el Batallón.

A los tres o cuatro días de ser liberado, mi padre me envió a lo de un tío en Buenos Aires hasta febrero y volví a empezar las clases en marzo.

Abogado querellante Walter Larrea: Fuera de su actividad escolar ¿Cómo era su vida a los 16 años?

Jugaba al fútbol, que era mi gran pasión, estar con mis amigos, salir a bailar, pero no tenía una actividad fuera de eso, la actividad de un adolescente.

La ENET era una escuela donde se hacía mucho hincapié en la disciplina. Unos años después trabajé en otra escuela y era muy diferente el trato.

Yo, a la distancia, no era un chico que se portara bien en la escuela, no era mal alumno pero era un chico rebelde, sobre todo ante el trato que nos propinaban que era bastante severo, no se podía hacer nada.

Abogado querellante Walter Larrea: ¿A usted le sacaron fotos en el centro clandestino?

Sí me sacaron fotos, me sacaron la venda, hubo un momento... Dos veces me sacaron la venda, otra vez el 31 de diciembre que nos permitieron bañarnos y ahí me pude sacar la venda. Después de esa circunstancia, me llevaron a una habitación y me sacaron una foto. Estaba el fotógrafo y un guardia al que pude ver, era una persona morruda, masisa, morocha que se tapó la cara con una rejilla, estaba en camiseta, era robusto y lo vi de costado miestras me sacaba la foto.

Recuerdo que el 31 de diciembre nos visitó un oficial que llegó con botas y nos dieron de comer los restos de un asado. Comimos algo de sustancia por primera vez, comíamos habitualmente sopa, polenta. En un plato de metal, traían la comida en unos tachos que eran los mismos con que nos daban de comer en el Batallón.

López participó en la década del 80 de una inspección a La Escuelita, al respecto dijo: Primero nos recibieron en el Batallón, nos contaron lo que íbamos a hacer. Estaba el periodista Cenci y las cámaras de televisión. Yo cuando declaré hice un croquis de la casa y del recorrido por el que me habían llevado.

Un militar nos dice 'Bueno, vayan'. No dejaron ir por el Batallón, salimos en un colectivo y llegamos por Carrindanga. Estaba todo destruido, estaba la reja bajo la cual estuve casi todo el tiempo. Era un lugar horrible porque era por donde entraba el sol y en verano era bastante molesto. No tuve ninguna duda que ese era el lugar.

López aún sufre las consecuencias, ciertas fobias, está en tratamiento.

Abogado querellante Walter Larrea: ¿A qué atribuye esta experiencia de vida?

Es una pregunta que desde el momento que llegamos a ese lugar empecé a tener. Luego el análisis de hechos concomitantes que se dieron en esa época, me llevaron a pensar y casi te diría a estar en un íntimo convencimiento, que fue una política de aplicación de miedo, de terror hacia la población, aplicada a personas que luego puedan replicar esa experiencia y ese miedo en su comunidad, y a través de la instalación de ese horror se pudo llevar adelante un proyecto económico y político cuyas consecuencias la historia ya conoce.

No solo hacer el mal por el mal mismo, si bien era una acción de total inhumanidad, creo que había una finalidad de aplicar terror en la población para aplicar los métodos políticos que la dictadura llevó adelante.

Sobre el momento en que los dejan detrás del cementerio y sobre la identificación del imputado Méndez: Pensé que ahí nos iban a matar. Cuando nos bajan del auto Unión me corro la venda para ver para donde podía escapar. Reptamos un poco por los pastos y al instante nos alumbraron los reflectores. Había un camión y una camioneta, no nos dieron explicaciones. En la parte trasera del camión no había luz pero la había en la calle, me ocupé específicamente de obtener esa información (el nombre del militar).

"¿Ustedes son los muchachos de la ENET?! Los estamos buscando hace un montón. ¿Quién los tenía?", preguntó un militar al encontrarlos tirados minutos antes por la patota del V Cuerpo. López dijo que los tenía el Ejército. "Seguramente los tenían los subversivos, las fuerzas terroristas que quieren hacer ver al Ejército como una fuerza asesina", rezongó el represor. "Ahí se fue mi adolescencia y entré en la madurez de comprender lo que era el cinismo humano", manifestó el testigo.

Yo venía hablando con este oficial Méndez y el me dijo que había estado en mi casa, que había hablado con mi mamá. Mi mamá después me dijo que había sido un muchacho de esas características.

Yo vi que tenía un cartel que decía Méndez, que era teniente o subteniente. Era un cartel rectangular de un centímetro y pico por cinco o seis y estaba apoyado o enganchado a la ropa.

Nos habían como liberado. En la celda del Batallón nos encerraron con un candado. Yo me había dado cuenta de toda la jugada, sabía que estaba en las mismas manos que me habían tenido.

Juez Jorge Ferro: ¿Usted se acuerda el nombre de la persona que le curaba las heridas?

El médico que vino primero, era un conscripto, era el dr. Tranto o Taranto. Me acuerdo que le comenté que en esa oportunidad venía con unos anteojos Raivan oscuros y en el Juicio por la Verdad me dijo 'Sí, todavía los tengo.'

Después vino un enfermero por lo menos dos o tres veces, era de Buenos Aires y después nos dejaba los medicamentos para que nos curásemos las heridas.

Quiero agradecer a todas las personas que hicieron posible que este juicio este llevándose adelante, a la oportunidad de todas las personas que pasamos por esta experiencia histórica de dar nuestro testimonio y colaborar de algún modo para la construcción de una historia verdadera, de los sucesos de nuestro país y de nuestra ciudad. Hoy, ya siendo un hombre de 50 años agradezco esta oportunidad y a todas las personas que trabajaron todos estos años y no cejaron para que esta verdad tenga la oportunidad de aparecer.

Joaquín López

81, casado, tres hijos. Empleado de Edeba servicio eléctrico de Bahía Blanca, jubilado. (El testigo no escucha bien, es asistido por un oficial del TOF)

Estoy acostumbrado a decir la verdad y nada más que la verdad.

Fiscal Abel Córdoba: Relate al tribunal lo que ocurrió con el operativo en el que fue secuestrado su hijo Gustavo.

El 22 de diciembre de 1977, sería por las diez de la noche, vinieron a mi casa un operativo, golpearon la puerta, salí, me encañonaron y me llevaron al patio. A mi señora la encañonó un soldado en la pieza y se llevaron a mi hijo. Vi por el vidrio de la puerta que se lo llevaban con la funda de una almohada en la cabeza.

Un rato después agarré el coche, empecé a recorrer comisarías, Comando, donde pude. Ellos me decían que no tenían ni la más mínima idea de lo que había pasado.

A los días siguientes nos fuimos juntando con los otros padres, hacíamos averiguaciones, tocamos todo lo que podía ser un resorte para averiguar algo y el resultado era siempre negativo, hicimos habeas corpus.

Un padre dijo 'Soy retirado de la marina, -era el señor Roth- vamos a pedirle una audiencia al contralmirante Fracassi'. Nos recibió con dos o tres de la marina y nos dijo 'Miren señores, estamos decididos a terminar con todo aquello que huela a izquierdas o que tenga algo que ver con lo que está pasando en el país'. Mire señor -le dije en el momento, fui el único que hablé- hasta los criminales tienen derecho a un juicio. Me dijo así: 'Mire señor, esto es así y acá se termina todo". Nos vinimos a Bahía Blanca más tristes de lo que fuimos, no sabíamos ni qué decirnos.

Fueron pasando los días, fuimos a ver al intendente que era Puente. Las madres fueron por otro lado, creo que fueron a ver al quién era el obispo y también vinieron muy decepcionadas. Así estuvimos pasando un mes que lo tuvieron secuestrado. En el Regimiento nunca tuvimos una respuesta.

En una oportunidad tuvimos una visita de un operativo que hicieron, vino un sargento o un teniente, y nos dijo que ellos no sabían nada pero que tuvieran fe y esperanza que por ahí iban a aparecer los chicos. Pasaron unos días y llegó la noticia de que fuera a buscar a los chicos que estaban en el Regimiento. Fui a buscarlos con mi señora y Catuzzi nos dijo 'hemos hecho un operativo, un enfrentamiento tuvimos y hemos podido rescatar a los chicos, los tenemos nosotros y ahora se los vamos a entregar'. No me acuerdo si llevé cuatro, cinco, seis. Los repartí cada uno en su casa y así pasó lo que pasamos.

Muchas cosas que después de 35 años se han ido amainando, suavizando y hoy desgraciadamente y afortunadamente estamos ante el juicio de la verdad y eso realmente tendría que haber sido mucho antes pero mi madre siempre decía 'Más vale tarde que nunca'. Así estamos con todos los problemas que hemos tenido durante todos estos años. Mi hijo dejó de estudiar, era un gran futbolista y no pudo jugar más. El tiene tanta fuerza que ha salido adelante, crió sus hijos, son profesionales y gracias a dios vamos tirando bien. Estoy operado del corazón y esto me hace muy mal. Les pido encarecidamente que me dejen retirar.

María Gallardo

73 años, casada, ama de casa, tres hijos, madre de Gustavo López.

El 22 de diciembre de 1977 a las dos de la mañana nos tocan el timbre. Bajó mi marido y escuché que gritaban. Veo que lo encañonan, me hacen subir y acostarme boca abajo encañonada. Sentí a mi hijo que gritaba y decía que no sabía nada. Estuvieron un rato hasta que se fueron. Fui a la pieza y habían tirado todas las cosas del placard arriba de la cama.

Mi marido buscaba las llaves del auto y la habían tirado en el césped. Empezamos a recorrer Bahía por todos lados, en la policía no sabían nada, por último al colegio de las monjitas. Se solidarizaron mucho con nosotros y nos contuvieron pero nos dijeron que las autoridades eclesiásticas les habían dicho que las monjas no se metan.

Volví a casa, al dormitorio y veo un pie. Llamo a mi marido y vemos al segundo chico mío. Se ve que le habían dado algo para que no sintiera, para eso era la una del mediodía. Todos los días íbamos al Regimiento. Nos quedábamos ahí. Preguntábamos.

Otro día mi marido y el grupo de los hombres fueron a ver a Fracassi, allá en Punta Alta y el comandante les dijo al grupo que habían ido que si estaban metidos en algo perdieran la ilusión de que los iban a ver.

Ese mismo día un grupo de madres fuimos a hablar con monseñor Mayer y tuvimos la misma respuesta. Entró, estábamos sentadas, muy frío, no como un pastor de iglesia, nos dijo que si los habían llevado en algo estarían metidos. Yo me paré y le dije 'No monseñor, mi hijo no estaba metido en nada. Nosotros le seguimos todos los pasos, conocíamos sus amigos, todos sus movimientos'. No se la esperaba, no están acostumbrados a que uno le retruque y puso cara de sorprendido.

Hicieron también un habeas corpus, escribimos a Juan Pablo II, no tuvimos respuesta de ningún lado. Encontrábamos las puertas cerradas en todos lados.

El 28 de diciembre era el cumpleaños de mi hijo. Tenía 16 años, lo llevaron un 22, y el 28 cumplía 17 años. Me levanté a la mañana, le dije a mi marido 'Hoy lo tengo que ver'. Agarré un bolso, puse un pan dulce, unas cosas, le dije que me llevara. Entre en el Regimiento, a caminar a caminar, veo que me dan la voz de alto, seguía, quería verlo. Pegaban los tiros a dos metros e igual seguía caminando. Un señor me agarró del brazo y me dice ¿Á dónde va?'. Le digo que voy a La Escuelita. 'No puede', ¿Cómo no? ¿No ve que estoy caminando? '¿Señora usted tiene más hijos?'. Sí, uno más. 'Vuélvase porque la van a matar'. Fue uno de los peores días que pasamos.

Cuando lo fuimos a buscar, nos lo entregó Catuzzi y me dijo que me ponga contenta porque mi hijo no estaba en nada. Le pregunté cómo nos pagan los daños morales. 'Ah...', dijo levantando los hombros.

Nos juntábamos un grupo de padres en la puerta del Regimiento y nos poníamos a la sombra. Mandaban un soldado para hacernos cruzar la calle y ponernos al sol.

Estuve cinco años con depresión. La impotencia que pasamos, fue tremenda. Mi hijo quería ir a estudiar medicina pero nosotros en parte no lo dejamos porque tenía miedo que le vuelva a pasar. Eligió otra cosa que no era lo que le gustaba. Si me lo hubiesen matado, estos hermosos nietos no los podría ver. Eso es una cosa que me consuela pero la pasamos muy feas.

Vinieron a casa a decirnos que nos quedásemos tranquilos, que iba a venir. Fue a mitad del mes. Eran uniformados.

A Herrero no recurrimos pero lo vimos entrar al Comando. Uno de los padres dijo 'Este es el que señaló a todos los chicos'. No lo puedo afirmar pero lo vimos entrar.

El padre Vara y el padre Vega, mi hijo estando adentro les dijo que fueran a mi casa y nos dijera que él estaba ahí pero en ningún momento apareció el sacerdote en casa.

Una vez iban por Alem y le dije a mi marido 'Ese es el que me encañonó'. No quería parar y yo lo amenacé con abrir la puerta. Le estaba hablando y mi marido me agarró y me metió en el auto.

Un militar vecino me había dicho que La Escuelita estaba en el Regimiento.

Un día o dos antes de Navidad fue la visita del Ejército a mi casa. Era un hombre joven, alto, muy amable, al que veía por primera vez.

Abogada querellante Mónica Fernández Avello: ¿Cuando salían Vara y Vera le preguntaban si sabían algo?

Sí, ellos decían que nada.

Abogada querellante Mónica Fernández Avello: ¿Cómo salió Gustavo?

Gustavo estaba muy exaltado con conjuntivitis en los ojos, con un estado calamitoso de nervios, muy, muy mal. Él tenía un canario que le faltaba la patita, cantaba como los dioses, lo primero que hizo cuando llegó a casa fue abrirle la jaula al canario. Después se lo veía muy nervioso pero de a poquito lo fuimos conteniendo. Al día de hoy tiene secuelas, no puede sentir el ruido de un alicate porque le hace mal.

Se quedó con las ganas de estudiar medicina porque no lo dejamos, yo tuve una depresión de cinco años.

Alberto Osvaldo Boninni

Casado, suboficial mayor del Ejército (R) era enfermero, estaba en Sanidad. Tiene una hija, vive en calle La Rioja de Capital Federal. Se retiró en 1994.

Fiscal Abel Córdoba: Señor Bonini, ¿el domicilio de calle La Rioja es su domicilio estable?

Aproximadamente va a hacer tres años en el mes de marzo. Hace casi treinta años que resido en el mismo lugar y hasta ahora voy a seguir viviendo en ese domicilio.

Señor presidente en consideración a que el señor Bonini está bajo juramento de decir verdad y que obran elementos de convicción en primera instancia agregado recientemente como también ha sido producido en las últimas audiencias ante este mismo tribunal, la Fiscalía considera que no es posible formularle preguntas al señor Bonini que no sean incriminatorias. Esto es porque esos elementos -a criterio de la Fiscalía- son suficientes para sospechar la participación de Bonini en crímenes de lesa humanidad.

Es por eso que en virtud del artículo 18 de la Constitución Nacional a fin de resguardar la garantía de no incriminarse es que solicito se dé por concluida esta audiencia y se remita copia de este tramo a primera instancia a fin de continuar allí con las medidas que sean procedentes.

Abogada querellante Mónica Fernández Avello: Quería manifestar que específicamente el testigo Fonti manifestó que el señor Bonini era el enfermero que iba a atender o llevar medicamentos a La Escuelita. Adhiriendo a lo dicho por el fiscal y manifestando a qué se está refiriendo.

Juez José Mario Triputti: El tribunal se da cuenta a qué se está refiriendo doctora. Doctor, ¿en qué causa se está instruyendo para remitir el testimonio que está solicitando?

Fiscal Abel Córdoba: Es la causa 05/07 que tramita ante la Secretaría de Derechos Humanos del Juzgado Federal 1 de esta ciudad.

Juez José Mario Triputti: Señor Bonini el tribunal lo releva del juramento y se estará a la resultas de la investigación en marcha que se ha prohijado a través del titular de la acción pública.

Bahía Blanca, 02nov11
Corresponsales del Equipo Nizkor

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