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06ago11


Cuando se instaló un régimen nazi en La Rioja


El autor recrea con maestría los hechos registrados en La Rioja con la irrupción de un nefasto personaje aterrizado en La Rioja en los inicios de la dictadura encabezada por Onganía en 1966. Su vívido relato se acerca a lo literario. No es ficción, es la puera verdad, escrita desde la resistencia.

Aunque suene fantasioso, desde el 8 de agosto de 1966 se instaló en la provincia de La Rioja un régimen nazi. Durante varios meses protagonizó desatinos de todo orden, generándose una tensa atmosfera que culminó con una rebelión popular y la destitución del comodoro Julio César Krause, el designado interventor con el título impropio de “gobernador” por el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía, cabecilla del golpe militar que destituyó el 28 de junio de ese mismo año al presidente radical Arturo Umberto Illia.

Krause, aeronáutico retirado que en la “Revolución Libertadora” actuó como vicecanciller y ministro de Aeronáutica, respectivamente, durante las presidencias provisionales de Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, llegaba precedido por un historial que lo calificaba de antiperonista acérrimo y nacionalista católico, lo que despertó recelo en dirigentes de los por decreto-ley disueltos partidos políticos y la pequeña colectividad judía,

En el reparto de provincias entre las Fuerzas Armadas, a La Rioja tocó en suerte la regencia de los aeronautas, y tras el provisorio mando del comodoro en actividad Costa Martínez la dictadura ungió al ex jerarca del golpe de 1955 como sátrapa de la tierra de Facundo Quiroga y el “Chacho” Peñaloza.

El primer episodio inquietante ocurrió en el mismo acto de inicio de la gestión. Tras ponerse en funciones a Krause, éste procedió a tomar juramento a los miembros de su gabinete. Cuando le llegó el turno al ministro de Hacienda, el vicecomodoro Teodoro Adán Goette –tal su nombre-, exhibiendo una figura atlética y el cabello cortado en cepillo como los militares alemanes de los 40, con solemnidad y voz tronante ampliada por altoparlantes del balcón principal de la Casa de Gobierno, pronunció la frase que arrancó murmullos en el centenar de personas reunidas en la Plaza San Martín.

Ese inesperado ”¡Juro por Dios, la Patria, Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Virgen María, el Espíritu Santo, San Nicolás, todos los santos y los proto mártires de la argentinidad, cumplir y hacer cumplir…!” quedó impreso como texto insólito en los anales de la riojanidad. El habitual y clásico “sí, juro” fue para el resto.

Pocos días bastaron para que corriera como reguero de pólvora la andanada de dislates protagonizada por Krause y su camarilla. Implacablemente reflejada en consecutivas ediciones por el único diario riojano, “El Independiente”, cuyo director, el joven Alipio “Tito” Paoletti, vigorosa y filosa pluma de 30 años de edad, recibió citación al despacho del “gobernador” para ser increpado y hasta veladamente amenazado. Paoletti, que respondió sin altivez pero con firmeza defendiendo la libertad de expresión, ya en la redacción escribió un editorial memorable, persistiendo los días subsiguientes en la crítica fundada en hechos reales. El matutino logro récord de venta.

El autor de esta nota, a la sazón cronista del diario a cargo de “’policiales”, fue increpado por el subjefe de policía, un ex oficial de gendarmería apellidado Di Cesare, a raíz de un artículo referido a una absurda “campaña de moralidad” por la que a parejas de novios se les impedía caminar abrazados y de la mano, y si se los sorprendía en besos y arrumacos terminaban detenidos, prontuariados y pagando multa.

Comisiones policiales irrumpían en bares y confiterías exigiendo documentos en una ciudad de 55.000 habitantes donde todos se conocían, y si alguno portaba pelo largo o barba, era detenido, rapado y afeitado. El miedo, en esos días, campeó muy temprano

Concluyendo su “reto”, Di Cérare preguntó si yo era judío, Al responder afirmativamente, manifestó “le tengo asco a los judíos”. Esperando mi detención y gozando de antemano del escándalo que armaría el diario, le dije que sufría una grave enfermedad y debía atenderse de urgencia. Me despidió con un “váyase” no sin antes aclarar que “estoy muy conforme con mi sentimiento”. Quise publicar el episodio pero Paoletti prefirió reservarlo “para protegerte de alguna contingencia”, ya que no hubo testigos.

Entre el perainal de Casa de gobierno cundíó el terror. Un tal Corres, ex gendarme y secretario de Obras Públicas, obligaba a los empleados de ambos sexos a ponerse de pie y cuadrarse en su presencia, y a saludarlo a coro como en el cuartel. Además, se vedó para las mujeres el uso de pantalones y blusas abiertas y los hombres debían trabajar con corbata y sacos puestos, sin aire acondicionado en los casi 40 grados del torrido clima riojano.

Goette, por su parte, recibió a una delegación de productores vitícolas del Oeste que le solicitaron la construcción de canales de riego; poseído por un acceso místico, tras decir que no se debe molestar al gobierno y si eran verdaderos creyentes que le rezaran a San Nicolás –patrono de La Rioja-, para que haga llover y convierta en un vergen a la tierra castigada por la sequía. Los despidió sin dar solución y mascullando sobre la poca fe.

Por otra parte un juez del Superior Tribunal de Justicia traído de Córdoba por Krause, se hizo de colchones y cubiertos provenientes de áreas oficiales para la vivienda que alquiló, por lo que bastante más tarde, en otro gobierno de la misma dictadura, fue destituido.

La cruza nazi, el burro y el muñeco

Vecinos de La Quebrada, a una decena de kilómetros de la capital, se alarmaron al oír diariamente numerosos disparos cerca de sus viviendas. Descubrieron en un descampado a Goette y un grupo de individuos jóvenes practicando tiro al blanco con armas de guerra. No se tardó en averiguar que se trataba de un grupo de extrema derecha –afirman que de la Guardia Restauradora Nacionalista que tenía por mentor al célebre cura Julio Menvieille-, que tomaría a La Rioja como base de su revolución fascista con el padrinazgo de la camarilla krausista.

Entretanto, sucedieron dos hechos emblemáticos. Una noche apareció un burro en una calle céntrica con la leyenda “Krause” pintada en su cuerpo, lo provocando la hilaridad de quienes lo vieron y el desparramo de la novedad a toda la población, Hubieron dos sospechosos detenidos, uno periodista deportivo, Roque Asís, y el otro el químico y docente Pedro Hernández. Se los liberó a los pocos días por falta de pruebas.

Colgado de una verja, a la semana, apareció un muñeco de trapo portando un catel. “Fuera Krause”, decía. Se apresó al periodista radial y secretario general del gremio de los telegrafistas Tito de la Fuente. Antes fue encarcelado don José Deleonardi, dueño de imprenta y persona muy apreciada, secretario general del minúsculo Partido Comunista.

El anciano presidente de la Sociedad Sirio Libanesa, don César Saadi, fue abordado por un sujeto que le ofreció armas para expulsar a todos los judíos de La Rioja, Lo mismo ocurrió con Manuel de la Fuente, delegado regional de la CGT, quien tras rechazar la oferta y sacar disparando al oferente reunió al secretariado de la central obrera para gestar una movilización. Concurrieron también los asesores letrados Ricardo Mercado Luna y Carlos Saúl Menem, a efectos de prever medidas legales.

El presidente de la Sociedad Israelita Alejandro Jassan, impuesto por el alarmado Saadi, reunió a los miembros de su colectividad e informó a su íntimo amigo Oscar Quiroga Galíndez, prestigioso docente, quien ofreció su caserón para celebrar las deliberaciones del caso. El director de “El Independiente” también fue puesto al tanto, y lo fue el teniente coronel Alberto Pérez Arzeno, jefe de la guarnición militar, quien telefoneó al vicecomodoro Julio Raúl Lucchessi, su par de la base aérea de Chamical.

Los jefes castrenses elevaron sus impresiones a sus respectivos mandos y siguiendo instrucciones entrevistaron a Krause, siendo el diálogo extremadamente áspero,

Entre tanto, Paoletti logró conversar en Buenos Aires con Héctor Blas González, secretario de Prensa y Difusión de Onganía, quien incidió sobre el ministro del Interior, Enrique Martínez Paz,

Los “centros conspirativos” se multiplicaban y la indignación popular crecía día a día, tanto en la capital como en el interior de la provincia, Se sucedieron repudios a “colaboracionistas” y algunos intendentes se vieron en figurillas para mantener la calma en sus jurisdicciones. Las paredes de la ciudad se inundaron con leyendas antikrause y la población comenzó a no pagar impuestos provinciales, haciendo caso omiso a las intimaciones.

Urgido por el gobierno nacional, el “gobernador” destituyó a Goette y los ultaderechistas foráneos desaparecieron como por encanto. Pero ya era tarde; menudeaban actos y manifestaciones pidiendo la renuncia de Krause y su gabinete. Si bien algunos gases se arrojaron, los policías provinciales mostraron poca vocación para reprimir amigos, parientes y vecinos.

Atento a la marcha de la rebelión, la dictadura optó por “renunciar” a Krause. Este leyó el texto de la dimisión en un último acto transmitido por radio y parlantes en Casa de Gobierno, con un discurso reprobatorio a los “conspiradores” y haciendo cargo de “incomprensión” al conjunto de los riojanos. Por último, incurrió en el ridículo leyendo un decreto por el que designaba “gobernador” al coronel Julio Sócrates Fernández, reemplazante de Pérez Arzzeno, sin tener facultades para hacerlo. El militar, perplejo, exclamo “¡Un momento, no puedo aceptar eso!”

Krause, su gabinete y sus funcionarios salieron fuertemente custodiados entre abucheos y burlas de miles de manifestantes congregados en la Plaza San Martín, mientras desde la vereda del Club Social, algunos apellidos de prosapia conservadora se ilusionaban –y no en vano- con ocupar algunos cargos el gobierno provincial que sucediera al depuesto por el pueblo.

Los frustrados protagonistas de “putsch” nazi se refugiaron en un hotel céntrico rodeados de policías, continuando los repudios desde la vereda de enfrente.

Al día siguiente, asumió como “gobernador” Guillermo Iribarren, empresario vitivinícola, fundador con José Ber Gelbard de la CGE y con antecedentes frondicistas. Pero esa fue otra historia

El “gauleiter” Julio César Krause y sus “comaradas” partieron, algunos en automóvil y de noche, por supuesto otros en avión. Jamás regresaron. El sueño de una satrapía desde donde parir una “revolución” más totalitaria que el totalitarismo que sufría el resto de la Argentina se frustró por la “incomprensión” de un pueblo con historia de ancestral coraje, indómito por propensión y principios.

[Fuente: Por León Guinzburg, Telam, Bs As, 06ago11]

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