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12jun09


Murió el comisario Almirón, jefe y verdugo de la Triple A


Fue un verdugo. Y en una época en la que abundaban en el país los cadalsos y las guillotinas afiladas. Sin Robespierre, claro. Ni hablar de Dantón. Rodolfo Almirón, un oscuro policía expulsado de la fuerza por armar negocios sucios y crímenes certeros con delincuentes de los años 60, fue organizador y jefe de la temida banda terrorista de ultraderecha Triple A.

Había nacido en Puerto Bermejo, Chaco, el 17 de febrero de 1936. Murió ayer en el hospital Ramos Mejía. Se lleva a la tumba decenas de secretos que dijo no recordar escudado en una embolia cerebral.

Le debía su gloria enmohecida a José López Rega, que ya es decir. Fue aquel amanuense de Juan Perón y de su esposa, devenido en secretario privado de ambos y ascendido a ministro de Bienestar Social y hombre fuerte de aquel gobierno peronista, quien le dio a Almirón la posibilidad de reingresar a la Federal y quien, de tres plumazos lo hizo inspector, oficial principal y subcomisario. Con licencia para matar.

Si López Rega prohijó, financió, organizó y dio rienda a la Triple A, Almirón fue su brazo derecho en la tarea de enfrentar a la guerrilla peronista y a la marxista con sus mismos métodos. La Triple A jamás entró en combate con un grupo guerrillero. Amenazó y asesinó en cambio a actores, periodistas, sacerdotes, diplomáticos, políticos, pensadores y sindicalistas.

Se le atribuye a Almirón los asesinatos de Julio Troxler, un peronista que había eludido a la muerte cuando los fusilamientos en los basurales de José León Suárez, de los que en estos días se cumplieron cuarenta y tres años. También se le atribuye el asesinato del abogado y ex diputado Rodolfo Ortega peña, el del sacerdote Carlos Mugica y el del pensador marxista Silvio Frondizi, acribillado a tiros en la cabeza y arrojado en los descampados de Ezeiza.

Esa demencia era la marca registrada de Almirón. De esa forma había asesinado cuando era a la vez policía y delincuente y sellaba a quemarropa los diferendos entre bandas rivales, capitaneadas por asesinos de leyenda como Miguel "El Loco" Prieto.

Caída la estrella de López Rega, su existencia como jefe de la banda terrorista de ultraderecha era inútil. La Triple A, que tuvo dos ramas, una policial y otra militar, se integró en una sola en las vísperas del golpe de 1976.

Para entonces, Almirón ya había huido y era una sombra, como lo fue su mentor hasta 1986. En julio de 1975 había alzado los brazos y se había entregado, junto con todo su pequeño ejército de matones, ante la orden del jefe de Granaderos a Caballo y custodio de Isabel Perón, coronel Jorge Sosa Molina. El militar que desarmó a la banda en la residencia de Olivos y que incautó decenas de armas y hasta panes de trotyl que se cargaban en los baúles de los Ford Falcon, debió soportar que la Presidenta exigiera que Almirón fuera llevado a su presencia.

Cuando López Rega huyó del país pocos días después, Almirón lo siguió. Bajó con él del avión, en Madrid. Tenía 39 años y experiencia de sobra en cuidar espaldas y quitar de en medio a opositores.

En España la puso al servicio de Manuel Fraga Iribarne, fundador de la Alianza Popular, por sólo tres años, hasta que el político se enteró de las botas que calzaba el encargado de velar por su destino.

Su pista se perdió hasta 2006. Reabierta la causa Triple A en la Argentina, la prensa española lo ubicó en Torrent, cerca de Valencia. Fue extraditado, procesado y enviado a la cárcel de Marcos Paz. Su salud frágil lo mandó a casa.

Murió, como es usual en estos casos, con el juramento de haberlo olvidado todo.

Pero el olvido sabe quién fue.

[Fuente: Por Alberto Amato, Clarin, Bs As, 12jun09]

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