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15mar98


El juez que le dijo no a la mafia


Estaba harto de aquellas invitaciones acarameladas e intempestivas, pero esta vez decidió que no le quedaba otro camino que aceptar.

Juez Regional encargado, el abogado asesor Héctor Julio Cruz Casallas se enfrentaba, sin saberlo, a una partida con la mafia, con el nombre y la suerte de Miguel Rodríguez Orejuela de por medio.

Ocupaba el cargo de juez regional o secreto desde cuando, por instrucción de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, el titular Marco Antonio Rueda Soto tuvo que asumir como magistrado del Tribunal Nacional, segunda instancia de juzgamiento contra el terrorismo y el crimen organizado.

De entonces acá, rehuía una invitación tras otra y, sin éxito, explicaba a su homólogo Diego Fernando Gómez Zuluaga, abogado asesor del magistrado Carlos Humberto Sánchez Arango, los apremios de tiempo que le acosaban en su doble calidad de juez encargado y alumno en nivel de maestría.

Ningún argumento, sin embargo, lograba disuadir al asesor Gómez Zuluaga que un día apareció en su despacho aludiendo requerir apoyo en la valoración de expedientes; otro, con la petición de que le acompañara el viernes con un par de bonitas amigas y, uno más con la noticia de una comida en honor del magistrado Carlos Humberto Sánchez Arango.

Ahora, aun a sabiendas de que él se había excusado, el asesor retornaba. En esta ocasión, con el argumento de que el doctor Arango, expresamente, mandaba a decir que le gustaría que estuviera presente , en la comida que se había preparado en honor del magistrado.

Acepté, aunque no dejaba de extrañarme relataría el juez encargado Cruz Casallas el por qué el interés del magistrado en que yo asistiera, no obstante que frente a el mi inferioridad jerárquica era evidente y aun superior.

En circunstancias normales, mi actitud omisiva, de la cual sin duda le habrían dado cuenta, no le hubiera causado sino mal genio, por considerarse mi comportamiento acorde con el de una persona, o desadaptada a las costumbres del entorno social, o en su defecto, desagradecida y hasta irrespetuosa... .

En el Tramonti Durante los días siguientes, con insistencia, el asesor Gómez Zuluaga volvió, una y otra vez, con la excusa de recordar al juez el compromiso de asistir a la reunión.

Mas aún se ofreció a recoger al juez Cruz Casallas en su apartamento y a conducirlo hasta el sitio de la comida, oferta que el se vio precisado a aceptar.

Llegaron a mi apartamento Diego Fernando Gómez Zuluaga... y Orlando Torres Chacón. Les ofrecí un trago y después Diego Fernando Gómez Zuluaga empezó a llamar por teléfono insistentemente al doctor Sánchez Arango, diciendo que ya estaban en mi apartamento y que, definitivamente, yo iba a asistir, como si mi presencia fuera muy importante .

En el trayecto, por insinuación de Diego Fernando Gómez Zuluaga, recogieron a una de las familiares del asesor y a una amiga de esta. Ambas, desde ese instante particularmente esforzadas por agradar al juez y hacer de aquella una velada interesante para él. Una vez en el apartamento del magistrado, de improvisto, hizo su arribo un hombre que portaba una maleta, que no dejaba para nada.

El magistrado Carlos Humberto Sánchez Arango lo presentó como un amigo y les invitó a todos a tomar asiento. El extraño del maletín decidió ir a sentarse justo al lado del juez Héctor Julio Cruz Casallas.

En el curso de la noche y sobre todo cuando estuvieron en el restaurante Tramonti, en las afueras de Bogotá, el juez (e) Cruz Casallas pudo comprobar que se trataba, sino de un abogado, si de alguien con solidos conocimientos de derecho.

En ese lugar relataría el juez se me hicieron a cada lado el amigo del doctor Sánchez Arango y Diego Fernando Gómez Zuluaga y en forma casi obsesiva insistían una y otra vez para que tomara trago... Simultáneamente, y ante mis negativas, se miraban y una otra vez exclamaban: esto esta verraco .

Le molestaba verdaderamente cuanto estaba ocurriendo y agradeció el instante en que el mesero apareció de regreso con la cuenta. Contra lo pactado, sin embargo, no se le permitió siquiera aportar la propina.

No era la única sorpresa que le esperaba. Aunque intentaba escabullirse, cedió ante la insistencia del magistrado Sánchez Arango para que departiera por un rato más.

Solo aceptaron que los dejara después de que se comprometió a acompañarlos durante el próximo fin de semana a una finca a donde llevarían viejas muy bonitas de programa .

Le llamó la atención que el misterioso hombre del maletín manifestara continuamente que él, el juez, podía escoger el sitio como si tuviera finca en todas partes... .

Le inquietaban varios hechos de esa velada: el que lo hubiesen tratado como el hombre importante de la reunión ; la obsesión de que consumiera licor y la necesidad de comprometerlo en una nueva reunión, esta última, una insistencia que había partido directamente del magistrado del Tribunal Nacional. En otras palabras, de un inmediato superior jerárquico.

Desde el lunes siguiente, como lo preveía, volvieron las visitas intempestivas y acarameladas del asesor Gómez Zuluaga, acompañadas en las últimas oportunidades de mensajes según los cuales el magistrado Sánchez Arango le pedía subir a su despacho.

Las siete leyes Ubicados en el mismo edificio, en efecto, juzgados regionales y despachos de magistrados del Tribunal Nacional compartían unos mismos sistemas de seguridad y control y también unos mínimos espacios, y el juez no tuvo otra alternativa que la de ir a visitar al magistrado Sánchez Arango.

Por el camino, sin embargo, el juez Cruz Casallas decidió que podría excusarse de asistir al paseo a la finca, previsto para el fin de semana, argumentando una intempestiva prueba académica citada para el sábado. La verdad, no tuvo mucho tiempo para hablar.

El magistrado Sánchez Arango lo sorprendió con una retahíla: un abogado electo juez regional, aunque en calidad de encargado, un profesional de sus capacidades, estaba en la obligación de hacer amigos y de relacionarse con los demás, pues era la única forma de surgir.

El tono del magistrado Sánchez Arango tomó después un cariz más desafiante: en cualquier momento, a uno le quitan el puesto y queda sin cinco, pobre, en la calle y sin ninguna persona que lo conozca o lo ayude .

Dicho de otro modo, insistió el magistrado, el juez Cruz Casallas debía acompañarlos a la finca. Máxime, cuando allí estarían otros dos magistrados del Tribunal Nacional o tribunal antimafia del país.

A decir de Sánchez Arango, era posible que el magistrado Alfredo del Toro Nuñez les oficializara su decisión de retirarse, circunstancia que inmediatamente derivaría en una cadena de nombramientos. Era la oportunidad perfecta para que el juez (e) Cruz Casallas fuese nombrado en propiedad y no como encargado, pues el titular del despacho podía ser ascendido a magistrado.

Por último, el magistrado Sánchez Arango se comprometió a obsequiarle el libro Las siete leyes espirituales del éxito a fin de que fuese más sociable. Por lo demás, con el fin de no perjudicarlo en el desarrollo de su maestría, estaban dispuestos a esperarlo hasta que el juez terminara de presentar el inoportuno examen, previsto para el sábado, pues era conveniente que todos se fueran juntos para la finca.

Decía que venía... A aquella sesión con el magistrado Sánchez Arango, siguieron para el juez Cruz Casallas nuevas jornadas de asedio, aunque con cambio de protagonista. A Diego Fernando Gómez Zuluaga lo remplazó, en las intempestivas visitas, Orlando Torres, auxiliar del magistrado.

...Decía que venía a saludarme y a comentarme algunos procesos, con miras a que lo orientara. Sin embargo, fácilmente observé que er a un pretexto porque casi siempre se contradecía al describir los hechos y pruebas a las cuales hacía alusión, haciéndose evidente que ni siquiera sabía de qué me estaba hablando.

Ese mismo comportamiento siguió asumiéndolo paulatinamente hasta que un día, siendo aproximadamente las 7 de la noche, se presentó, con signos de estar sumamente asustado, para manifestarme que tenía que decirme algo muy delicado, pero que si yo no estaba de acuerdo, simplemente olvidara sus palabras, que por favor no lo fuera a perjudicar, porque él lo hacía obligado por el doctor Carlos Humberto Sánchez Arango, magistrado con el cual laboraba.

Le pregunté de qué se trataba, manifestándome que el nombrado magistrado me mandaba decir que solamente quería de mi que le dijera si en el proceso que cursa en mi despacho en contra del señor Miguel Angel Rodríguez Orejuela iba a dictar fallo condenatorio o absolutorio... Le dije que por qué el magistrado no venía a pedirme eso directamente y le manifesté que le comunicara la magistrado que yo no hacía esa clase de cosas..

Equivocadamente, el juez (e) Héctor Julio Cruz Casallas creyó que el asunto había terminado allí. Orlando Torres reapareció a los pocos días. Esta vez, con un mensaje más contundente: Había mil millones de pesos para mi por el proceso de Miguel Angel Rodríguez Orejuela... .

El segundo de los hombres de la mafia terminó efectivamente sentenciado en el caso a cargo del juez (e) Héctor Julio Cruz Casallas a la pena de 24 años de prisión, la que más pesa en las sentencias proferidas hasta hoy contra Miguel Rodríguez Orejuela.

Les dije que a los procesos a mi cargo les iba a dar el trámite que en derecho correspondía, así eso me costara la vida .

Estela de huellas De los intentos de soborno ante la justicia, el cartel de Cali ha dejado un estela de huellas: la absolución por parte de un juez y tres magistrados de Gilberto Rodríguez Orejuela, tras su extradición a Colombia, y la adulteración del reparto de un expediente contra Miguel Rodríguez Orejuela en Cali eran apenas dos de ellas.

Constancia de esta última corrió como pólvora por entre los jueces regionales en todo el país: ...Entre los procesos a repartir se encontraba el radicado Nro 22906 de la Fiscalía Regional de Bogotá, correspondiente al proceso que se sigue contra el señor Miguel Rodríguez Orejuela y otros... Efectuado el reparto entre tres jueces, siguiendo la instrucciones impartidas, con el fin de igualar la carga laboral, le correspondió en suerte al juez número 10, es decir a la Dra... hecho que se comentó entre los presentes a propósito de un oficio que había recibido el señor Procurador Judicial, en el cual se le encargaba estar al tanto del reparto de dicho proceso por parte de sus superiores.

Terminado el reparto, el señor coordinador señor Dr Ernesto López Carvajal, dio orden a la escribiente... de modificar la radicación asignada al proceso en cuestión y asignándoselo al juez Nro 30... y cambiar la primera hoja del acta .

Existen, no obstante, episodios aún más reveladores sobre la infiltración de la mafia. Entre ellos, dos interceptaciones telefónicas. La primera entre Miguel Rodríguez y el entonces procurador delegado para la Policía Judicial, Guillermo Villa Alzate.

Villa Alzate se comprometía a investigar a oficiales de la Policía Nacional por los informes finales sobre los allanamientos contra el cartel.

La segunda interceptación se produjo tras la orden de un juez al Instituto Nacional de Radio y Televisión (Inravisión), para que suspendiera las cuñas en las que se ofrecía recompensa por información que permitiese la captura de los jefes de la mafia. Miguel Rodríguez anunciaba el envío de los dineros y daba instrucciones precisas a uno de sus abogados:

Miguel Rodríguez O.:Aló.

Alfonso : Aló.

Miguel Rodríguez O.: Si? Alfonso : Buenas noches Miguel Rodríguez O.: Cómo le va mijo, cómo está.

Alfonso : Bien hermano y usted que tal.

Miguel Rodríguez O.: Cómo? Alfonso : Qué tal? cómo le ha ido? Miguel Rodríguez O.: Pues ahí regular no más mijo, regular.

Alfonso : Ah bueno, y qué más.

Miguel Rodríguez O.: No por ahí mijo ahí pues oyendo guevonadas...

Alfonso : Oyendo si, ahí maricadas Miguel Rodríguez O.: Ah.

Alfonso .: Oyendo maricadas... sí...

Miguel Rodríguez O.: Vea mijo.

Alfonso : Ah, ah.

Miguel Rodríguez O.:A ver que tengo, tengo un afiche de esos que ponen por ahí en la calle, no cierto, dos afiches de esos, un afiche de esos, tengo el registro de nacimiento del hijo. Tengo la carta y no he podido filmar ese h.p. casete de la recompensa porque no lo han puesto ni ayer ni hoy hermano.

Alfonso : Bueno, eso vale huevo, eso vale huevo. Mándeme eso, pero que venga el pelado.

Miguel Rodríguez O.: No, y además de eso tengo la plata también.

Alfonso : Porque el hombre ya ofició allá.

Miguel Rodríguez O.: Vea mijo, mañana al medio día esta eso allá.

Alfonso : Por eso, es que el hombre ya ofició allá, entonces ahoritica empieza.

Miguel Rodríguez O.: Oficio adónde mijo? Alfonso : A Inravisión Miguel Rodríguez O.: Sí, sí, no, tranquilo.

Alfonso : Pero entonces sin tener la base allá metida esa es la angustia que tengo.

Miguel Rodríguez O.: No, no, mañana esta eso al medio día allá, yo ya tengo acá hasta empacada la plata y todo.

Alfonso: Ah bueno.

Miguel Rodríguez O.: Entonces yo pues te mando esas cosas y mañana yo consigo en Bogotá que un noticiero de esos o cualquier cosa me dé esa vaina a ver.

Alfonso : Y usted puede de pronto, y la puede pasar el viernes.

Miguel Rodríguez O.: Qué mijo? Alfonso : El casete, llevarlo el viernes.

Miguel Rodríguez O.: No, pues de todas maneras hay que hacer el memorialito. Yo me voy a meter en el memorial con todo junto.

Alfonso : Pues si claro, pero entonces de todas maneras el hombre ya ofició.

Miguel Rodríguez O.: Yo, yo lo que voy a mandar es lo que más le debe estar interesado a él, su billullo.

Alfonso : Claro para matricularlo hermano.

Miguel Rodríguez O.: No, ya lo tengo mijo, ya lo tengo, lo tengo conmigo, o sea que mañana...

Alfonso : Sí...

Miguel Rodríguez O.: Usted tiene eso allá al medio día.

Alfonso : Se lo entrega a este señor oyó.

Miguel Rodríguez O.: Ah? Alfonso : Entrégueselo al de...

Miguel Rodríguez O.: A Manzur...

Alfonso : Sí.

Miguel Rodríguez O.: Sí.

Alfonso : El sabe como es la maroma.

Miguel Rodríguez O.: Sí mijo, y le mando una persona para que le ayude a llevar eso.

Alfonso : Eso, hágame ese favor.

Miguel Rodríguez O.: Bueno.

Alfonso : Entonces yo esta noche llamo al hombre y le digo que mañana.

Miguel Rodríguez O.: Mañana con seguridad, póngale cita usted allá a la una de la tarde que lo tiene.

Alfonso : Listo, listo, listo.

Miguel Rodríguez O.: Oyó.

Alfonso : Listo, listo, listo.

[Fuente: El Tiempo, 15mar98]

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