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10ago12


Amores que matan, y algo más


Respondiendo a las recientes declaraciones del presidente de la República contra las extremas, el senador Juan Carlos Vélez declaró que el jefe de Estado había tratado de equiparar al uribismo con el paramilitarismo. "Que ahora (Santos) utilice ese tipo de calificativos es delicado e irresponsable", afirmó Vélez.

Hay que aclarar que Santos nunca hizo alusión al paramilitarismo, así que la acusación de Vélez parece infundada. De hecho, la caracterización del Puro Centro Democrático como extremista es difícil de rebatir. Claro, este es un análisis que toca hacer con el cuidado del caso y valdría la pena que los formadores de opinión le dedicaran un poco más de tiempo al asunto. Pero hay un debate que en términos políticos y normativos precede a aquel, y es el de las relaciones del uribismo con el paramilitarismo. En ese sentido, creo que Vélez ha dado en el clavo, y no hay que desperdiciar la oportunidad que le ofrece al país de preguntarse por ellas.

La verdad sobre el para-uribismo cae entre dos mojones. Por un lado, NO es cierto que uribismo y paramilitarismo se puedan identificar. Se puede comenzar por la constatación simple de que hay millones de uribistas apasionados a quienes les repugna la masacre, la tortura y el crimen organizado. Lo mismo se puede decir de una cantidad de políticos y técnicos uribistas. Además, hubo muchos uribismos y muchos paramilitarismos. Por otro lado, tampoco es verdad que no haya puntos de contacto entre unos y otros. Tendré oportunidad en el futuro inmediato de referirme con algún detalle al asunto. Por el momento ofrezco algunos elementos de juicio generales. Hay tres hechos firmemente establecidos, sobre los que no conozco intento de refutación. Primero, los uribistas estuvieron sobre-representados en el elenco de congresistas condenados por parapolítica, incluso controlando por el tamaño de cada tendencia. Es decir, en la década pasada hubo en general muchos más uribistas que personas de otras orientaciones, pero incluso si se tiene en cuenta este factor, hay un exceso de uribistas en la parapolítica. Esto AL MENOS sugiere un afecto unilateral --un caso si los hay de amores que matan--, pero hay algo más. Pues Uribe, en célebres declaraciones, pidió a estas gentes que votaran por él mientras no estuvieran en la cárcel. Y por este motivo, entre otros, casó una costosa y dolorosa pelea con el aparato de justicia, llamando a las actividades de la Corte Suprema para evidenciar la penetración paramilitar en la política "el último coletazo del terrorismo". No hablemos ya de la fuerte presencia de parapolíticos en su entorno inmediato. Segundo, Uribe abrió las puertas de las posiciones más delicadas de toma de decisiones del aparato de seguridad a los paramilitares. Dicha penetración no es nueva, pero sí lo son las dimensiones que adquirió, de la mano de decisiones atribuibles directamente al por entonces presidente. Tomen el ejemplo emblemático del DAS. Desde el nombramiento de Jorge Noguera como director del organismo, éste mantuvo conexión orgánica con los 'paras'. De hecho, se convirtió en un aparato semiprivado que a veces ayudaba a los 'paras' y a veces a Uribe, contra los intereses de la sociedad, la democracia y el Estado colombianos. Aún más: el expresidente ha seguido ayudando a la dirección altamente criminalizada del DAS, una vez más en contra del país y su justicia. Tercero, el uribismo puro y duro dio apoyo abierto a figuras directamente encartadas con relaciones con los paramilitares. Sobre esto hay bastante que decir, y también espero volver sobre el tema.

Esto es sólo el comienzo. Pero los uribistas no han dicho nada siquiera sobre estas tres conexiones, que rezuman corrupción y violencia. Y mientras no lo hagan, hay que insistir una y otra vez en el punto. A ver si al fin el país da el debate que, con toda razón, pide el senador Vélez.

[Fuente: Por Francisco Gutiérrez Sanín, El Espectador, Bogotá, 10ago12]

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