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11jul10


'Valenciano', el hijo de crianza de 'Don Berna'


De la mano de Diego Murillo Bejarano se adentró en el mundo de las mafias, sicarios, drogas y violencia. A los 16 años fue reseñado por primera vez por la justicia, pero asesinó al investigador que lo procesaba.

Su influencia criminal, enfrentada con la de 'Sebastián', es la causante de las últimas tres masacres en Antioquia.

Fue en 1985, luego de que su padre fuera baleado por sicarios en uno más de los innumerables ajustes de cuentas entre las mafias de las comunas de Medellín, cuando conoció a Diego Fernando Murillo Bejarano. Eran los tiempos en los que Pablo Escobar Gaviria y sus sicarios a sueldo llenaban de pavor la capital antioqueña, se pagaba un millón por la cabeza de policías y el narcoterrorismo le mostraba sus garras al Estado. Entonces, Maximiliano Bonilla Orozco, alias Valenciano, quien tenía 13 años, de la mano de Don Berna se internó en la violencia y lleva 25 años capoteándola.

Sin la relevancia que años después ostentaría, Don Berna, ex militante del Epl, se afianzaba como el jefe de seguridad del narcotraficante Fernando Galeano, socio de Escobar. Y al margen de sus andanzas empezó a apadrinar a sus herederos. Maximiliano Bonilla era uno de ellos y bajo su protección aprendió el oficio del gatillo junto con Daniel Alberto Mejía, alias Danielito; Mauricio Cardona López, alias Yiyo; Leonardo Muñoz, alias Douglas: Daniel Alejandro Serna, alias Kéner, y en la trasescena, con un poco más de ventaja en sus andanzas, estaba Carlos Mario Aguilar, alias Rogelio. Todos heredaron y se sucedieron el imperio criminal de Don Berna y la Oficina de Envigado, pero el preferido de Diego Fernando Murillo siempre fue Valenciano.

Antes de cumplir 15 años, Maximiliano Bonilla se había convertido en la sombra de Don Berna . A donde fuera lo seguía. Pronto se familiarizó con las oficinas de cobro, prostíbulos y ejércitos privados que bajo la complicidad de autoridades corruptas hacían y deshacían. En 1988, a los 16 años, ya se ufanaba de tener sicarios propios y fue reseñado por primera vez en un expediente judicial por el asesinato del investigador Jaime Augusto Piedrahíta Morales, cuyo cuerpo fue encontrado con documentos que revelaban las 'vueltas' de Valenciano y de Yiyo. Entre Envigado, La Estrella y Sabaneta fue extendiendo su estela de sangre. Secundó las venganzas de Rogelio por todo el Valle de Aburrá, pero su primera guerra estaría por venir.

La guerra desatada por los denominados Extraditables, encabezada por Pablo Escobar, arrasó al país a finales de la década de los 80. En junio de 1991, pocos días después de que la Asamblea Nacional Constituyente prohibiera la extradición, Escobar se entregó, hizo construir su cárcel, La Catedral, y desde allí con su séquito de sicarios siguió imponiendo sus reglas. El capo se enteró de que Fernando Galeano y Kiko Moncada continuaron sus negocios sin él y que lo estaban tumbando. Los llamó a cuentas en su prisión de lujo y allá cobró venganza. Don Berna seguía en la lista, pero resistió el embate, juntó sus combos, armó La Terraza y fundó Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar).

El 2 de diciembre de 1993, Berna selló con éxito la cacería de Los Pepes y la noticia le dio la vuelta al mundo: en un tejado del barrio Laureles de Medellín, el Bloque de Búsqueda de la Policía dio de baja a Pablo Escobar. En el entretanto de esa guerra a muerte, Valenciano acompañó siempre a Don Berna. Ya entonces Murillo Bejarano había trabado alianzas con Carlos Castaño en el Urabá, a la sombra construyó una plataforma de sicarios que clandestinamente comercializaban armas, cobraban impuestos de seguridad a burdeles, comerciantes y transportadores, infiltró al Estado y hacia 1998, bajo el ropaje paramilitar, ya había cambiado de nombre. Se hizo llamar Adolfo Paz y fungía como inspector de las autodefensas.

A la par, la Oficina de Envigado implantaba sus reglas a órdenes del delegado de Don Berna: el empresario deportivo Gustavo Upegui López, en otros tiempos áulico de Pablo Escobar y hasta su protector. En marzo de 1988, en un operativo del Ejército en la finca El Bizcocho, de propiedad de Upegui, ubicada en Envigado, por poco soldados de la IV Brigada apresan a Escobar. Sin embargo, el máximo accionista del Envigado Fútbol Club acomodó sus fichas, terminó del lado del verdugo de Escobar y salió indemne de toda investigación judicial en su contra por sus vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo. Así ocurrió hasta que fue asesinado en julio de 2006 por Don Berna.

"Lo mató el tercero por orden del primero", le dijo un investigador de la Fiscalía a El Espectador en ese momento. El tercero al mando de la Oficina de Envigado era Daniel Alberto Mejía, alias Danielito, ya recorrido en el mundo de la mafia junto con Valenciano, Yiyo, Kéner, Douglas y Rogelio. Ya desde principios del año 2000 la Oficina de Envigado tenía el control del narcotráfico en medio país. Pero la amenaza latente de la extradición y la justicia norteamericana obligó a los paras a promover un proceso de desmovilización de sus ejércitos. En julio de 2003, con el famoso Pacto de Ralito se inició el camino con el gobierno Uribe.

Los jefes paramilitares se concentraron en Santa Fe de Ralito (Córdoba) y hasta allá llegó Valenciano a pedirle a Berna que le entregara las rutas de narcotráfico y los territorios que comandaban Jorge 40, Hernán Giraldo y Los Mellizos. Nada más y nada menos que el Cesar, Magdalena, La Guajira, Arauca, Córdoba y Bolívar. Tuvo siempre el respaldo irrestricto de Don Berna. No obstante, cuando la cúpula de las autodefensas fue trasladada a La Ceja y de allí a la cárcel de Itagüí, sus ejércitos se fragmentaron. Upegui fue asesinado, Danielito también, Rogelio se entregó a la DEA y Yiyo y Kéner fueron apresados. En mayo de 2008 Berna fue extraditado. Desde entonces, ya como jefe, Valenciano libra su propia guerra.

Lo primero que hizo fue bautizar su organización como Los Paisas e imponer su ley de hierro a donde iba. Copó las siete capitales del Caribe, se disputó a muerte el Urabá con Daniel Rendón, alias Don Mario, y hoy por su cabeza se ofrecen $5.000 millones. Una bicoca comparada con lo que mensualmente recibe, sólo en Medellín, por narcotráfico y extorsiones. Autoridades calculan que la cifra ronda los $21.000 millones. Sus rutas de droga pasan por Jamaica, Guatemala, Honduras y México, donde ha entablado alianzas con el cartel de Los Zetas. Sus contactos en Centroamérica posibilitaron que se hiciera un by pass gástrico.

Su guardia pretoriana está compuesta por 15 hombres de confianza, pero sus compinches identificados son dos: Carlos Esnéider Quintero, alias El Gomelo, y Gustavo Álvarez Téllez, alias El Gordo, un ex paramilitar de Puerto Boyacá. El primero es el jefe de los combos de Los Mondongueros, Los Bananeros, La Canoa y Los Rieles. Investigadores de la Policía y fiscales tienen ya una radiografía muy precisa de Valenciano. Aficionado al fútbol, con nexos con el Eln, 1.200 hombres lo custodian a sol y a sombra, mientras el Departamento de Estado de los Estados Unidos lo reseña con una acusación formal de una corte de Nueva York desde el año 2008 por delitos relacionados con narcotráfico y lavado de dinero.

Se dice que no está en Colombia, que ha sido visto en las ciudades de Valencia y Barquisimeto, en Venezuela, y algunas otras fuentes judiciales advierten que podría estar en España. Autoridades bien enteradas cuentan que estaría gestionando su entrega a la DEA y que para tal efecto ya se habrían realizado dos reuniones con agentes norteamericanos, una en Panamá y la otra en Cartagena. Más allá de las especulaciones lo cierto es que, como en sus tiempos como sicario de Don Berna y las guerras que le sucederían, Valenciano y su gente hoy se enfrentan a muerte a un nuevo capo que busca cerrarle sus espacios: Érick Vargas, alias Sebastián. Son ellos la tercera generación de la Oficina de Envigado.

En la última semana 19 muertos ha cobrado esta guerra en Antioquia; ocho en la discoteca El Gurú de Medellín --donde perdieron la vida un ciudadano colombo-norteamericano y dos policías--, cuatro más en una masacre en Cisneros y los siete últimos en el municipio de Uramita, asesinados el jueves. Las víctimas se siguen y se seguirán contando hasta tanto no sean detenidos Sebastián y Valenciano, el hombre que se crió en armas con Don Berna y llegó a decir alguna vez que quería ser más grande que el capo de capos, Pablo Escobar.

[Fuente: Por María del Rosario Arrázola, El Espectador, Bogotá, 11jul10]

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