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27mar11


Paramilitares por un día


Ocho personas, de Valle y Antioquia, llegaron en febrero de 2006 supuestamente enviados por 'Macaco'. Dijeron que no se alcanzaron a desarmar con el bloque Libertadores del Sur.

Por las calles de Aguadas (Caldas), municipio que estuvo bajo la amenaza constante de las Autodefensas, hace algunos años rondaron falsos paramilitares que intentaron colarse en el proceso de reinserción del Gobierno. El episodio que toma vigencia por las denuncias de las falsas desmovilizaciones, sería evidencia de algunas irregularidades detrás de la negociación con las Auc.

El 28 de febrero de 2006, en el bus de las 4 de la tarde, llegaron cuatro parejas oriundas del Valle del Cauca y Medellín, al este del municipio que fue cuna del jefe paramilitar Ernesto Báez y una de las bases de operaciones de su frente Cacique Pipintá de las Autodefensas. Era la primera vez que visitaban este pueblo caldense, encumbrado en el norte del departamento y en límites con Antioquia, luego de un viaje de casi 10 horas.

Las ocho personas, desorientadas en el pueblo, se acercaron a un grupo de soldados campesinos que patrullaba por la terminal de transportes debido a la amenaza de orden público que vivía la zona. Sin recato y como si fuera algo normal, confesaron que eran militantes del frente Libertadores del Sur del Bloque Central Bolívar de las Auc, comandado por alias Julio, que operaba en el departamento de Nariño. Agregaron que como no habían alcanzado a desmovilizarse, porque llegaron tarde al desarme en el Caquetá, estaban allí para someterse a la justicia y ser parte del programa de reinserción.

La mencionada desmovilización de la que supuestamente quedaron excluidos había sido el 30 de julio de 2005 (ocho meses atrás), en la población de El Tablón, jurisdicción de Taminango (Nariño), a casi 500 kilómetros de donde se encontraban ahora los confesos paramilitares. Esta fue una de las más recordadas en el país, debido a que fue en la que más armas entregaron en relación con el número de reinsertados: 677 combatientes y 593 armas.

Sin embargo, por el tiempo que había transcurrido, a los militares les pareció extraña la versión. Sin embargo, tenían un problema entre manos: no tenían directrices para manejar este tipo de situaciones justo en medio del proceso de paz con las Autodefensas.

Los soldados, quienes ahora era los confundidos por no saber cómo atender la inesperada visita, dejaron el caso en manos de la Policía del pueblo. El suboficial Desiderio Moreno Valencia, quien para la época era el comandante de la Estación de Policía de Aguadas, fue un poco más allá e interrogó a las ocho personas. Al preguntarles por qué habían llegado hasta Caldas, completaron su historia diciendo que habían hablado con el jefe paramilitar Carlos Mario Jiménez, alias Javier Montañez o Macaco, comandantes del Bloque Central Bolívar de las Auc, sobre su situación, y que él les dio dinero e instrucciones para que se desplazaran hasta allí con el fin de incorporarse a las filas del frente Cacique Pipintá y así poder acceder a la desmovilización. Este frente era casi el único que quedaba alzado en armas en el país.

El suboficial Moreno Valencia recogió los datos personales de los supuestos paramilitares, quienes suministraron su número de cédula, dirección de residencia, nombre de sus familiares y hasta teléfono de contacto, los cuales quedaron consignados en un documento reservado de la Policía de Caldas. La promesa era contactarlos luego, en caso de que se diera el eventual desarme.

Lo que desconocían los supuestos visitantes era que para ese momento el grupo ilegal de Caldas ya había perdido cualquier posibilidad de tomar parte en el proceso de paz, por haberse negado a participar dos meses atrás en la desmovilización del frente Mártires de Guática, en el departamento de Risaralda.

Pese a que la Policía se contactó con la Oficina del Alto Comisionado y el Comité para la Dejación de Armas (CODA), no hubo instrucción clara de cómo proceder. En vez de dejarlos a disposición de alguna autoridad para ahondar en su historia, les dieron dinero para que se devolvieran a sus ciudades.

Hoy, cinco años después, en medio de los escándalos detrás de las desmovilizaciones, se conoce la verdadera historia de este episodio. Ninguno era paramilitar, sino desempleados de Cali y Medellín, que aceptaron la propuesta de ser paramilitares por un día para desmovilizarse y acceder así a los beneficios del Gobierno.

“No éramos paramilitares, al igual que muchos de los que hoy cobran los beneficios del Estado. Un amigo, que en paz descanse y que sí era paramilitar, nos habló de la posibilidad de asegurarnos una plata a costillas del Gobierno, por meternos en una desmovilización. Como no alcanzamos las que hubo cerca de donde vivíamos, nos dijeron que fuéramos a Aguadas, que se estaba preparando un desarme”, dijo a El Espectador una de las supuestas paramilitares, que vive en España.

“Hoy doy gracias a Dios que no se dio, porque de haberlo logrado no hubiera podido viajar fuera del país, ni tener mi hogar como ahora. Por culpa de esa situación perdí mi hogar en Colombia y algunas pertenencias. Menos mal no me ensucié con ese dinero. Nadie de mi familia supo que hice esto”, agregó la mujer, quien pidió no revelar su nombre.

De los que fueron a Aguadas, seis eran de los barrios Manuela Beltrán y Patecuy de Cali, y dos del barrio Robledo de Medellín. Ninguno tiene antecedentes, no están en la lista de frentes desmovilizados, ni en el programa de Justicia y Paz. El Espectador trató de contactarlos a todos, pero en los teléfonos que dejaron dicen que allí ya no viven.

Este es sólo uno de los episodios, con rastros oficiales, que comprueban cómo en el proceso de paz con las Auc hubo no sólo narcotraficantes colados, sino desempleados que aceptaron prestarse para inflar las cifras de las desmovilizaciones y aceptar ser criminales a cambio de vivir a costa del Estado.

Las falsas desmovilizaciones

Varios exjefes paramilitares extraditados han denunciado desde cárceles de EE.UU. que durante el proceso de paz se “colaron” personas, narcotraficantes y que se registraron falsas desmovilizaciones.

Desmovilizaciones como las del bloque Cacique Nutivara, en Medellín; la del bloque Héroes de Tolová, de Don Berna, y la del bloque Héroes de Granada, que operaba en zona rural de Antioquia, fueron señaladas como falsos desarmes. Frente a la desmovilización del bloque Central Bolívar, dicen que centenares de ladrones y jíbaros los incluyeron como ‘paras’ para poder inflar las cifras.

Durante el proceso se desmovilizaron casi 30 mil personas, que confesaron haber sido militantes o colaboradores del grupo armado ilegal en todo el territorio nacional. Antes de que se dieran los acercamientos entre el Gobierno y las Auc, las autoridades militares y de Policía decían que esta organización contaba con 15 mil combatientes.

Investigan si hubo fraude en proceso de paz

Tras las denuncias de falsas desmovilizaciones, la Fiscalía y la Contraloría abrieron investigaciones contra el excomisionado de Paz Luis Carlos Restrepo, el exministro del Interior y de Justicia Sabas Pretelt de la Vega y varios militares. Todos insisten que las denuncias son falsas, aunque reconocieron que pudo haber algunos “colados”.

El pasado viernes, el exministro Pretelt, luego de asistir a rendir versión ante la Contraloría, aseguró que los que certificaban quiénes era militantes eran los propios comandantes y no el Estado. “Es obvio que el Gobierno no sabe quiénes están en el monte”, manifestó Pretelt.

El detonante de la seguidilla de denuncias e investigaciones fue el supuesto montaje detrás del desarme del frente Cacique la Gaitana de las Farc, en el Tolima, que supuestamente fue promovida por el exguerrillero Olivo Saldaña, patrocinada por un narcotraficante y con armas de los paramilitares.

[Fuente: Por Alexánder Marín Correa, El Espectador, Bogotá, 27mar11]

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