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07jul10


Gracias doy a la desgracia…


Los que marcharon, convocados por medios de comunicación prosternados ante el príncipe, para agradecer a Uribe en el día de su cumpleaños, olvidaron, tal vez, darle las gracias por asuntos de fondo.

Uribe, que en su palabrería de ocho años nos cansó con el envilecido término de "patria", nos hace recordar al inglés Samuel Johnson: "El patriotismo es el último refugio de los canallas".

Los que se mojaron para ir, quizá en muestra de lambonería e inconsciencia, a agradecer no sé qué cosas al Presidente, ahora en trance de despedida, se olvidaron -es posible- de dar gracias por el más alto índice de desempleo que haya tenido la nación en muchos años. Ahora, como suele pasar, la culpa no es del gobierno colombiano sino del de Venezuela. Se olvidaron de agradecerle al mandatario el auge de la corrupción en sus ocho años de palacio.

Por ejemplo, cómo no agradecer que el palacio presidencial se abriera para visita de delincuentes, o cómo no dar gracias por lo que sucedió, digamos, con Agro Ingreso Seguro, con Carimagua, con el pavoroso espionaje del DAS a opositores, periodistas, magistrados… Cómo no dar gracias por la feria de notarías que llevaron al presidente a una reelección, con cambios de "articulitos" constitucionales y compra de votos y de conciencias.

No se dieron gracias porque en estos ocho años se quiso imponer el reino del unanimismo y el pensamiento único. Tal vez no hubo memoria de cómo el que criticara al gobierno, emitiera un parecer contrario al del mandatario, o quien se atreviera a disentir, entonces era catalogado de "terrorista" o "guerrillero de civil". Y el rebaño uribista no le agradeció esa postura de ser él el único, el mesías, el enviado. No se acordaron de que él era el programa, el partido, la ideología. Todo.

Tal vez no hubo memoria de cuando el mandatario discurseaba acerca de la "democracia profunda" que había aquí, la cual no podría tener adversarios, porque entonces, según la lógica principesca, serían "antidemocráticos". Así, entonces, se iba borrando cualquier intento de oposición. Tampoco agradecieron la posición macartista del presidente frente a organizaciones no gubernamentales, defensoras de derechos humanos, a las que se tildó de aliadas del "terrorismo".

No hubo gratitud frente a la yidispolítica, en la que, además, estuvieron involucrados ministros del gabinete uribista, como el de Protección Social y el del Interior. Ni por la parapolítica, tan bendita, en la que hasta un primo del mandatario está acusado de vínculos con Mancuso y compañía.

No se sabe por qué no hubo expresión de gratitud por los días de régimen de terror en los que cayeron sindicalistas, indígenas, líderes comunales y profesores. ¿No se acordaron del crimen del sociólogo y agrónomo Alfredo Correa de Andreis, acusado de ser ideólogo de un bloque guerrillero? Tal vez nadie se acordó de las palabras de angustia que el detenido le envió al presidente: "Esto es una pesadilla, incomparable como violación de todos mis derechos ciudadanos. Confío en que usted no solamente leerá esta carta sino que en perspectiva humana, orientará rumbos justos para que nadie más en este país sufra, y de qué manera, como mi adorada y ejemplar familia".

Tal vez olvidaron agradecerle el cierre de hospitales, la criminal emergencia social, la privatización de empresas boyantes, los privilegios otorgados al sector financiero y a las corporaciones transnacionales. No recodaron para expresar las gracias por a represión que hubo en Cartagena cuando centenares de personas protestaban contra el TLC y las calificaron desde el gobierno como "salvajes".

No hubo gracias por los "falsos positivos" o crímenes de Estado, un episodio que avergüenza a Colombia frente al mundo y además lo pone en la mira de la Corte Penal Internacional. Ni por el aumento del desplazamiento forzado, que sobrepasa los cuatro millones de personas. Algunos de los que agradecieron porque podemos volver a las "finquitas" ni siquiera tienen un pedazo de tierra en la que caer muertos, como decían las abuelas.

Tal vez el rebaño olvidó que este gobierno de ocho años, que deja al país con más de veinte millones de pobres y ocho millones de indigentes, fue peor que el anterior. Alguien decía que las gracias hay que darlas porque ya se va.

[Fuente: Por Reinaldo Spitaletta, El Espectador, Bogotá, 07jul10]

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