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18oct10


La 'lavadora' de droga de Jenny Alexandra


Cuando el director y un comercial de una sucursal de Telegiros en Madrid la veían entrar al local, no tenían dudas sobre lo que estaba haciendo: "¿Han encendido la lavadora?", "¿hay mucha ropa sucia en Madrid?", "estos son del cartel de los colombianos", se decían el uno al otro entre risas, con la mala fortuna de que la policía les estaba oyendo a través de las escuchas. "Esta se dedica a blanquear", comentaban. "Esta" era Jenny Alexandra Fasce Schumacker, una ecuatoriana de 39 años con nacionalidad española que montó en Madrid un imperio de blanqueo de dinero para al menos seis organizaciones de narcotraficantes en Colombia y Ecuador.

Las últimas detenciones de la operación Espejo en Ecuador han llevado directamente a su familia: a dos hermanas y un hermano que presuntamente recibían grandes remesas de dinero limpio para entregarlas después a los narcos o a sus enlaces. La información que llegó de Colombia tuvo un desenlace más inesperado: al menos 12 de las personas a las que Jenny mandaba dinero podrían estar relacionadas con las FARC, por lo que Jenny ha sido imputada por colaboración con banda armada, delito castigado con pena de cárcel de cinco a 10 años. Parece probado que parte de las remesas acababan en algún miembro de la guerrilla, pero lo que tendrá que demostrarse ahora es que Jenny conocía el destino final de su actividad. Si no, el delito principal se quedará en blanqueo de capitales.

Jenny Alexandra estaba casada con un español, Luis Berho Velasco, y vivía de forma humilde en Madrid, en Villaverde. Llevaba 10 años en España. No usaba coches de lujo ni tenía grandes propiedades. Había abierto dos tiendas pequeñas de regalos, Los detallitos de Alexandra, una en Marqués de Corbera, en el barrio de la Elipa, y otra en Gabino Jimeno, en Usera, cerradas desde que su dueña está en prisión provisional. Aparentemente, todo era normal. "Lo más curioso del caso es que una sola persona consiga manejar un blanqueo de esta magnitud", señalan fuentes policiales. "Su discreción era total". Ese fue el secreto del éxito de una red que se mantuvo durante tres años sin despertar sospechas. Funcionaba tan bien que a través del boca a boca fueron llamándola cada vez más organizaciones de narcos.

Comenzó sus lucrativos negocios paralelos en 2007. No ha revelado cómo entró en contacto con los seis grupos con los que trabajaba, pero sí ha admitido que enviaba el dinero que le entregaban -fruto de la venta de droga en España- a una serie de cuentas en Colombia y Ecuador. La comisión era suculenta: se quedaba entre un 3% y un 6% de lo que pasaba por sus manos. Como mínimo ha logrado blanquear seis millones de euros -quizá hasta 20 según fuentes judiciales, aunque las estimaciones de la policía van mucho más lejos, hasta los 200 millones-.

El trabajo era muy fácil. Lo primero que tenía que hacer era quedar con el recaudador del dinero de la droga para recibir el efectivo. Si tenía que viajar fuera de Madrid para hacerlo, le pagaban 600 euros extra. Su marido solía acompañarla, pero la jefa era ella, ayudada por un grupo de al menos una decena de personas que también participaban o bien en los enlaces con los narcos -como Carmenza Acosta, hermana de Edgar y Mario, dos hombres que desde Pereira (Colombia) les decían cómo y dónde recoger el dinero- o bien en las transferencias de dinero.

Como ella no podía mandarlo de una vez sin levantar sospechas, organizó una red. Los giros debían aparentar ser las típicas remesas de inmigrantes a sus países de origen, así que por lo general no sobrepasaban los 1.000 euros (la media era de 898). Jenny Alexandra y sus ayudantes buscaron un grupo de colombianos y ecuatorianos dispuestos a ceder su identidad para que se abrieran a su nombre cuentas de transferencia de dinero en empresas como Telegiros, Titanes o Western Union. Ellos daban su pasaporte y se olvidaban. Y a cambio de comisiones de unos 200 euros al mes Jenny Alexandra podía disponer libremente de sus depósitos: metía y sacaba dinero a discreción según las necesidades de envío de los narcos.

En la empresa más utilizada, la madrileña Telegiros, no preguntaban nada pero lo sabían todo. El director comercial y varios empleados, ahora imputados, eran plenamente conscientes -según la policía y la resolución del juez instructor de la Audiencia Nacional que lleva el caso, Pablo Ruz-, de que Jenny Alexandra era una lavadora de dinero que manejaba a su antojo distintas cuentas con distintos nombres. Incluso le aconsejaban cómo hacer los giros para que no fueran sospechosos y no los bloquearan en Colombia.

Los giros se mandaban a una serie de cuentas que previamente los enlaces le habían facilitado a Jenny Alexandra. Una de ellas pertenecía a Juan Manuel Gómez Buitrago, procesado en Colombia por homicidio, lesiones, terrorismo, rebelión, concierto para delinquir y lesiones. Es un presunto miembro de las FARC encarcelado y relacionado con una masacre de concejales en Rivera, en el departamento de Huila, el 27 de febrero de 2006. Otras 12 personas habían usado, al abrir sus cuentas para recibir el dinero en Colombia, los mismos datos que los que había dado Juan Manuel Gómez Buitrago (o el mismo domicilio o el mismo teléfono), por lo que la Policía española sostiene que la lavadora blanqueaba dinero para la guerrilla.

En Ecuador el enlace era Omar Patricio Erazo. Jenny Alexandra enviaba a veces directamente el dinero a las cuentas que él indicaba. Otras, usaba a sus familiares como intermediarios. Tres de sus hermanos y dos cuñados han sido detenidos en la segunda fase de la operación -no pudieron hacerse en la primera por la revuelta policial contra el presidente Rafael Correa-. En total han sido detenidas más de 50 personas entre España, Ecuador y Colombia, y la operación, llevada a cabo por la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) y la Unidad de Droga y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional, sigue abierta.

Su propio dinero, las ingentes comisiones, también iban de vuelta a Ecuador, a su familia. Allí sí hay rastro de sus ganancias. Su austera vida española le ha permitido hacer grandes inversiones inmobiliarias en su país de origen. Algunas propiedades están a su nombre; otras, en el de su padre, Walter, y otras en el de su hermano Emilio. Dice que no sabía nada de las FARC, pero sí recuerda el nombre de Juan Manuel Gómez Buitrago, según fuentes cercanas a la investigación. Se acuerda de haber enviado remesas de dinero a ese nombre. A sus familiares los han puesto en libertad, pero están siendo investigados. Una de sus hermanas, gerente de una mutualista llamada Pichincha, ha dicho que no tiene nada que ver con nada extraño que haya podido hacer Jenny Alexandra. La reina del blanqueo se ha quedado sola y sin trono.

[Fuente: Por Mónica Cebrero Belaza, El País, Madrid, 18oct10]

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