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30abr09


¿Resignación al fracaso?


En la reciente cumbre mundial de la Comisión de Estupefacientes de la ONU (CND) celebrada el pasado mes de marzo en Viena salió a relucir la cruda realidad de que "diez años de políticas mundiales de lucha antidrogas fracasaron en su intento de acabar, incluso marginalmente, con esa plaga", mientras emergieron ciertas tendencias a la resignación y la impotencia, puestas de manifiesto en determinadas "iniciativas".

Aunque en general prevaleció el optimismo, las dimensiones y gravedad del fenómeno en la mayoría de las naciones representadas dejaron entrever cierto agotamiento y escepticismo sobre la capacidad de derrotarlo totalmente, y se trató de imponer la visión de que ya solo es posible "reducir los daños".

Un plan de Naciones Unidas aprobado en 1998, que buscaba reducir el consumo y el tráfico de drogas en una década, no ha servido ni para disminuir el uso indebido ni para dificultar el acceso a estupefacientes, sostuvo el informe presentado a la reunión por la Comisión Europea. Ha habido apenas una "ligera mejoría" en algunos países, que es sobrepasada por el empeoramiento observado en la mayoría, señala el documento.

Mientras el negocio global de las drogas mueve anualmente 320 000 millones de dólares, según la ONU, que la ubica como la 21 economía del planeta, detrás de Suecia, con un producto interno bruto (PIB) de 358 000 millones, las muertes asociadas a ese flagelo se estiman en 200 000 al año, a las que se suman los cinco millones de fallecidos por tabaquismo y los dos millones y medio por los efectos del alcohol.

Si preocupantes son los daños humanos provocados por el narcotráfico internacional y el uso de drogas legales, alarmante es que la cifra más manejada mundialmente sobre el dinero resultante del macabro negocio duplica el estimado de la ONU, y es quizás el gran desafío para cualquier plan u objetivo estratégico global en el empeño de intentar detener un fenómeno tan grave, máxime en tiempos de crisis económica cuando en el planeta de la mercancía y el "sálvese quien pueda", todos buscan dinero afanosamente.

Al tiempo que se cuentan los muertos, 208 millones de vivos, el 4,9% de la población mundial entre 15 y 64 años, siguen consumiendo narcóticos al menos una vez al año, y cada hora unos 104 niños norteamericanos se drogan con medicina controlada, porque la "disfrutan" más que el éxtasis, la cocaína, el crack o la heroína, según un estudio de la Sociedad por una Nación Libre de Drogas.

A las delegaciones participantes en la conferencia de la ONU en Viena, les preocupó sobremanera la disminución de los precios de las drogas a nivel global, como consecuencia del incremento de la producción, que en el caso de la cocaína ha pasado de 825 toneladas en 1998 a 994 en el 2007, mientras que la adormidera (fuente para la producción de opio y sus derivados) se ha duplicado de 4 346 toneladas hace diez años a 8 870.

Llama la atención que en Afganistán, pese a la presencia militar de EE.UU. y la OTAN, se sigue produciendo el 92% de la adormidera mundial, y el negocio del opio supone ingresos anuales por valor de 500 millones de dólares, que según información de la ONU van a parar a manos del talibán. ¿Guerra, impunidad o complicidad?

Datos aportados por la ONU en el citado evento señalan que las drogas suponen el segundo negocio en el sector de las materias primas, solo por detrás del petróleo, y su valor en el comercio mundial es mayor que el combinado del chocolate, el café, el tabaco, el vino, la cerveza y el té.

Otras alertas importantes de recientes reportes de Naciones Unidas, como el Informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) correspondiente al 2008 y publicado en febrero del presente año, refieren que América Central y el Caribe sigue constituyendo una de las rutas principales de tráfico de drogas ilícitas procedentes de América del Sur con destino a América del Norte y Europa, los principales consumidores mundiales, lo que contamina a nuestra área geográfica no solo con el tráfico y consumo de las sustancias, sino con la pesadilla del incremento de la criminalidad asociada.

Se estima que alrededor de 5 000 pandillas de El Salvador, Guatemala y Honduras actúan en México, y el 75% de ellas tienen vínculos con otras pandillas y grupos delincuenciales de Estados Unidos, fortaleciéndose y diseminándose las asociaciones delictivas internacionales por todo el continente y entremezclándose con mafias asiáticas y europeas "sin fronteras".

Cuando el mundo coincide en prestar mayor atención a la olvidada y cara prevención del consumo, y lograr un mejor equilibrio entre las balas, las camas de la recuperación y la reinserción social de los enfermos por drogas, el síndrome de la "narcoviolencia" y el "narcoterrorismo", y el temor de EE.UU. a "contagiarse" con su vecino, ha precipitado el anuncio de que Washington está elaborando una nueva estrategia "hemisférica" en esta materia.

"Será una estrategia basada en una mayor participación del Departamento de Defensa para proporcionar adiestramiento, equipo de inteligencia, transporte y de rastreo especializado a sus contrapartes de México, Centroamérica y Sudamérica", según anunció a la revista Proceso un funcionario estadounidense.

La actual administración ha hecho hincapié en la necesidad de abrir oportunidades a la prevención del consumo de drogas en el interior de EE.UU., como instrumento fundamental del combate requerido; sin embargo, al continente se le ofrecen hasta ahora solo balas en nombre de la seguridad nacional norteamericana.

Si el mundo tiene una década perdida en el enfrentamiento al narcotráfico y no acaba de unirse en el camino correcto, la fórmula militarista de Washington ha costado más de 25 000 millones de dólares al contribuyente estadounidense y miles de muertos a América Latina y el Caribe.

La cooperación internacional, sin hipocresía ni ventajismos; la voluntad política real y comprometida con la lucha integral contra el flagelo; la importancia y prioridad que merece la labor preventiva, sin descuidar el aseguramiento del enfrentamiento racional, indican que los nuevos cauces que anuncia la ONU, han sido transitados con éxito por Cuba, precisamente con mayor efectividad en los últimos diez años, cuando los desafíos han sido mayores.

Más que lamentarse de los fracasos o resignarse, el mundo necesita políticas realistas, confianza y respaldo oficial de los países al empeño de salvar a la humanidad de tragedias como estas.

[Fuente: Por Francisco Arias Fernández, Granma, Cub, 30abr09]

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