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09oct10


Alemania entra en la guerra de divisas: "Ni yuan ni dólar cotizan a su valor"


La guerra de divisas se ha convertido en el, hasta ahora, último capítulo de la Gran Recesión que comenzó hace ya tres años. Y en esta nueva batalla no paran de entrar nuevos contendientes. Desde Berlín, la canciller alemana, Angela Merkel, echó más gasolina al fuego. Su portavoz aseguró que ni el yuan ni el dólar cotizan en los niveles adecuados. "El yuan debería corresponderse con su valor real. Pero se podría argumentar que el dólar, mientras se inyecta una cantidad extrema de liquidez en el mercado americano, está devaluado de hecho, y que no se corresponde con su valor real", dijo, según recoge France Presse.

Mientras, en Washington, donde coincidían la asamblea del Fondo Monetario Internacional (FMI), un desayuno del G-20 y una cena informal del G-7, se redoblaron las presiones sobre China para que deje flotar su tipo de cambio para que el yuan se aprecie, ante el riesgo de que otros países insistan en devaluaciones competitivas en cadena, controles de capital y que todo eso acabe en medidas proteccionistas.

China, de momento, mantiene inamovible su política de apreciación muy gradual del yuan. El gobernador del banco central echó balones fuera: "No conocemos la definición exacta de una guerra de divisas", aseguró en uno de los debates organizados alrededor de la asamblea del FMI. Más tarde, Zhou Xiaochuan fue directo a la cuestión y rechazó radicalmente "una terapia de choque", lo que equivale a decir que no habrá una revaluación rápida del yuan.

Y, sin embargo, la presión no solo no cede, sino que aumenta. El secretario del Tesoro estadounidense, Tim Geithner, explicó en Washington que los desequilibrios globales no están mejorando y que los desórdenes en el mercado de divisas "pueden minar la recuperación". El ministro canadiense de Finanzas, Jim Flaherty -que ha promovido la reunión del G-7- avisó del riesgo de que la tensión en las divisas "deriva en una guerra comercial". Su homóloga francesa, Christine Lagarde, pidió que se rebajen las tensiones. Pero ninguno de los países que han aprobado medidas -Brasil, Suiza, Corea del Sur y Reino Unido, además de EE UU y Japón- parece dispuesto a dar el primer paso. Brasil, que acaba de actuar para suavizar la llegada de capitales y evitar la formación de burbujas, explicó por qué. Según el presidente de su banco central, Henrique Meirelles, un acuerdo a corto plazo para reducir las tensiones en ese mercado es poco probable: "Brasil no puede pagar un precio excesivo por haberse manejado bien en esta crisis solo porque a otros les va mal. Brasil necesita tomar medidas para protegerse", cerró.

La guerra de divisas es tan solo uno de los hijos de una crisis con efectos devastadores. El FMI alertó ayer de una nueva "generación perdida" mucho menos literaria que la formada por escritores que combatieron en la I Guerra Mundial, como Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald o John Steinbeck, quien después contó como nadie la Gran Depresión en Las uvas de la ira. "Aún no hemos salido de esta. La recuperación es frágil. Y probablemente no pueda ser denominada realmente recuperación mientras se mantengan niveles elevados de desempleo como los actuales", dijo el director gerente del Fondo, Dominique Strauss-Kahn, en la asamblea de la institución.

El Fondo suele dar bandazos con facilidad, del optimismo al pesimismo y viceversa, en apenas unos meses. La pasada cumbre de primavera estuvo marcada por las buenas noticias: brotes verdes que ahora parecen haberse volatilizado. La crisis fiscal europea, la inacabable crisis financiera y la pandemia que supone la crisis de empleo se unen a una incipiente guerra de divisas. Todo eso hace peligrar la reactivación.

Strauss-Kahn puso ayer énfasis en el desempleo -probablemente influido por su reciente visita a Oslo, donde el FMI y la Organización Internacional del Trabajo dedicaron una cumbre al paro en la que participó el presidente Zapatero- y advirtió de que ese problema "puede provocar inestabilidad social, amenazar la democracia e incluso la paz". "En la próxima década, 450 millones de jóvenes se van a incorporar al mercado de trabajo. La economía global", dijo, "se enfrenta a amenazas como la crisis fiscal, pero la peor amenaza es un bajo crecimiento" que impida crear empleo.

[Fuente: El País desde Washington, Madrid, 09oct10]

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