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10feb12


El mito que nunca cautivó en Euskadi


Cuentan quienes conocen las interioridades de la Sala de lo Penal del Supremo, la cúspide de la Magistratura española, que a los siete jueces que han puesto un abrupto punto y final a la carrera de Baltasar Garzón en ningún momento les ha condicionado 'el qué dirán'. Su controvertida sentencia, que arruina la trayectoria del magistrado pero también alimenta su perfil heroico, fue adoptada con una unanimidad «cómoda y espontánea», sin enconadas deliberaciones y con la convicción de que las pruebas no dejaban otra salida que condenar a Garzón por prevaricación; el baldón más grave que puede sufrir un juez con la toga puesta.

No obstante, que crea que la razón le asiste, que haya dictaminado que el magistrado se excedió al 'pinchar' las comunicaciones entre los acusados del caso Gürtel y sus abogados, y que haya resistido la presión interior y exterior no significa que el Supremo no sea consciente del alcance de lo que ha hecho. «¿Cómo vamos a celebrar esto? Si es una tragedia», se condolieron a este periódico fuentes del Alto Tribunal.

La inquietud ante el desenlace del insólito periplo de Garzón por los tribunales en los que reinó durante tanto tiempo también ha cundido entre la Judicatura vasca. Con independencia de qué se opine del comportamiento del magistrado de la Audiencia Nacional, o sobre si el Supremo ha estado atinado o no, existe la percepción de que la Justicia se resentirá. O, más bien, la ya de por sí desgastada imagen que tienen la Justicia y los jueces entre la ciudadanía. «Que le hayan condenado por algo que todos hacen todos los días es una injusticia como la copa de un pino», protesta un magistrado de una de las Audiencias vascas, crítico en el pasado con los métodos empleados por Garzón para lograr que sus sospechas se elevaran a acusaciones punitivas.

«En ocasiones, forzar ese perfil le ha permitido sacar adelante causas que eran de justicia», argumenta otro magistrado que ejerce en Euskadi. «Pero siempre ha jugado en el filo de la navaja, en el convencimiento de lo justo. Y eso nunca puede ser sustitutivo de la ley». Garzón lleva años constituyendo motivo de debate en el seno de la Judicatura, sin que haya acuerdo posible entre quienes avalan su modo 'creativo' de estirar las costuras del Código Penal para perseguir el delito, quienes cuestionan su proceder pese a reconocerle una determinación febril por tratar de hacer el bien y quienes solo ven en él a un juez demasiado engreído como para hacer su trabajo como debiera. Los pasillos de la Justicia vasca no han sido ajenos a las polémicas sobre Garzón. Pero los macroprocesos que han tenido como trasfondo la violencia en Euskadi -los GAL, ETA y las sucesivas causas contra la izquierda abertzale, en éstas adelantándose siempre que podía al Supremo- han sido seguidos con distancia por sus colegas en Euskadi. Cuando no con palpable falta de empatía, mientras el 'mito Garzón' se iba ensanchando.

Al magistrado jienense no se le niegan hallazgos legales como que ETA extendía sus tentáculos delictivos más allá de sus comandos. Pero se le discuten las formas, el tensionamiento reiterado de la ley, incluso esa inclinación tan suya «al aplauso de la policía siendo juez». Una de las fuentes antes citadas, para quien la condena está «bien fundada», aventura que el Supremo ha dicho esta vez «'hasta aquí hemos llegado'» frente a un Garzón que «le ha retado permanentemente». No se trataría de una confabulación para frenar a un magistrado irritante, sino de una especie de golpe de autoridad instintivo por parte de un tribunal centenario, que ha sobrevivido a los avatares de la Historia y que representa en la Justicia española «el límite de lo rebatible». Ese límite que Garzón habría intentado rebasar «constantemente», sin acotación disciplinaria alguna.

El castigo ha sido penal. El peor posible para el amante hijo de doña María. Para el juez que quiso ser ministro de Interior y le discutió el cargo, en una sonora bronca, a Juan Alberto Belloch. El juez que quiso acabar con ETA, encarcelar a Pinochet y procesar al franquismo.

[Fuente: Por Lourdes Perez, El Diario Vasco, 10feb12]

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