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28oct10


Tráfico de niños haitianos: La frontera donde se pierde la infancia


Con dos niños de brazos que recibe del lado haitiano de la frontera, el joven de piernas largas y vestido con un saco negro y pantaloneta, se interna en las aguas mansas del Río Masacre y, en menos de 10 zancadas, sin mojarse más arriba de la rodilla, está en República Dominicana.

Es día de mercado binacional en la frontera, la tormenta perfecta para camuflar el tráfico de niños en una caótica escena de miles de compradores y vendedores aglomerados en las calles de un pueblo fronterizo.

En medio del bullicio del mercado, entre los puestos callejeros y los carretones de madera cargados de mercancías, el hombre corre mirando a todos lados, como si se sintiera perseguido, hasta llegar a una casa donde se asoman dos brazos que reciben a los niños.

Es una maniobra fácil, certera, enteramente ilegal, que se repite una y otra vez en el punto supuestamente más vigilado de la frontera de 380 kilómetros entre Haití y República Dominicana.

"Es un juego'', dijo el primer ministro haitiano Jean-Mex Bellerive, al admitir a The Miami Herald que el contrabando se ha convertido en una fuerza económica, especialmente después del terremoto de enero que dejó un saldo de 300,000 muertos.

"Mucha gente es traficada. Hacen dinero. Todo el mundo a lo largo de la frontera se está beneficiando. Es su única fuente de ingresos. Y todos lo aceptan así'', agregó.

Después del terremoto, líderes haitianos y dominicanos se comprometieron a proteger a los niños de este cruel negocio, pero una investigación de El Nuevo Herald y The Miami Herald halló que el problema ha empeorado. Los reporteros fueron testigos de cómo los guardias de frontera recibían dinero así como del proceso de abierto contrabando de niños que ofrecen para explotación sexual y servicios domésticos.

Otros hallazgos de la investigación:

    * Ambos países son conscientes desde hace tiempo de que su frontera es muy porosa para impedir el contrabando humano, pero han hecho muy poco para fortalecer la seguridad en los cuatro puntos más congestionados, entre ellos el paso del Río Masacre. Cuando los países han tomado medidas, los sectores de negocios de ambas capitales, Santo Domingo y Puerto Príncipe, se quejan de que el comercio sufre. Así ocurrió el lunes, cuando los haitianos comenzaron a protestar lanzando piedras al ver que las autoridades dominicanas estaban exigiendo documentos en el paso de la frontera.

    "Cada vez que el gobierno trata de controlar su frontera o limpiarla, hay protestas; los sindicatos se molestan'', dijo Bellerive. "Es una forma de manipulación de los más poderosos en Puerto Príncipe y Santo Domingo. Una vez que se cierra la frontera, hay una crisis política''.

    * Traficantes entrevistados sostienen que rutinariamente pagan a guardias haitianos y dominicanos de la frontera para pasar a los niños. Sólo ha habido dos condenas por tráfico de indocumentados en cuatro años a pesar de que el gobierno dominicano creó una unidad especial para combatir el fenómeno.

    * Aun cuando las autoridades dominicanas aseguran que están combatiendo el tráfico y el abuso de menores, cerca de una veintena de niños y adultos que cruzaron ilegalmente la frontera de la mano de traficantes dijeron que viajaban a través de los puntos de vigilancia sin que les exigieran documentación.

    * Algunos de los niños son abandonados en la travesía desde Haití. Otros permanecen secuestrados hasta que sus familias pagan los gastos del contrabando.

Desde que ocurrió el terremoto, más de 7,300 niños han sido trasegados hacia República Dominicana por traficantes que se aprovechan de la desesperación y el hambre de los menores y sus familias. En el 2009, la cifra fue de 950, de acuerdo con un grupo de derechos humanos que sigue el tráfico de niños en 10 puntos fronterizos.

El más agitado de estos puntos es el puente sobre el Río Masacre, que une la población de Juanaméndez, en Haití, con Dajabón, en República Dominicana. De allí, una autopista de unos 300 kilómetros conecta la frontera con las ciudades de Santiago de los Caballeros y Santo Domingo.

Dajabón es la sede del mercado binacional los lunes y viernes. Al despuntar el alba miles de haitianos invaden las calles en busca de un puesto para vender sus mercancías, generalmente donaciones del extranjero como ropa, pañales desechables para bebés y productos de primera necesidad.

Los agricultores dominicanos, por su parte, irrumpen en la ciudad con grandes camiones sobrecargados de arroz, chayote, maíz y pollos vivos.

En esta anarquía, los buscones, como se conocen en esta zona a los traficantes de indocumentados, negocian su mercancía humana.

Al abrirse el portón de metal a mitad del puente, los haitianos tienen autorización de pasar sin presentar documentos migratorios. El proceso de verificación para determinar si los niños vienen con sus padres es selectivo. Las autoridades migratorias de ambos países sostienen que tratan de detener a los niños que parecen perdidos, o están bien vestidos como para un viaje largo.

Saintlus Toussaint, un funcionario haitiano de inmigración a cargo del puesto de vigilancia del puente, dijo que después del terremoto un promedio de 15 niños pasa ilegalmente cada día por el puente hacia República Dominicana. Se efectúan arrestos, explicó, pero admitió que el reto es grande.

"Yo puedo controlar el puente, pero no lo que pasa debajo'', dijo. "No puedo meterme en el agua y arrestarlos''.

Clarine Laura Joanice, jefa del equipo de Heartland Alliance destacado en la frontera, dijo que los trabajadores que tratan de contener a los buscones en el río afrontan amenazas y golpes. Esta organización no gubernamental trata de prevenir el tráfico de niños.

"Han intentado golpear a los monitores con piedras'', afirmó Joanice.

Mientras los comerciantes regatean por el precio de las mercancías en las calles de Dajabón, los buscones de ambos países negocian el precio de los indocumentados bajo unas casetas en el lado haitiano del puente.

Un buscón dominicano entrevistado por El Nuevo Herald explicó que ese es el sitio de "compra'' de los niños a los contrabandistas haitianos.

Parado en el puente, otro buscón, identificado como Alix, ofreció vender una adolescente de 15 años a una reportera de The Miami Herald.

No indicó el precio, pero explicó que la niña había vivido previamente con un médico y su esposa en Santo Domingo, quienes la habían comprado por $125.

"La pareja trató mal a la muchacha y ella lloraba para regresar'', explicó Alix, quien ofreció la muchacha. "Le puede dar lo que quiera. Ella puede lavar y puede cocinar''.

Dos traficantes entrevistados por los reporteros dijeron que cobraban un promedio de $80 por entregar el niño en cualquier ciudad. El precio incluye el soborno de los funcionarios de ambos países.

"Yo pago entre 300 y 400 pesos [$8-$11] en cada puesto de control'', dijo un traficante que no quiso ser identificado por temor a ser arrestado.

Agregó que algunas veces se libra de pagar los sobornos por los niños gracias a un truco que utilizan muchos de sus colegas.

"Uno le pone uniforme escolar, y creen que es un niño que viene de la escuela'', explicó el buscón.

Un grupo de jóvenes intermediarios apostados en la ribera del río fue observado por los reporteros cobrando y recibiendo el equivalente de $1 por cada persona que cruzaba.

Lo hacían abiertamente frente a miembros del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT).

Los jóvenes suspendieron su operación de cobro al darse cuenta de que los reporteros estaban tomando fotos y videos. Pero monitores de organizaciones no gubernamentales les dijeron a los reporteros que los intermediarios entregan luego el dinero a los guardias del CESFRONT.

A finales de agosto, reporteros de El Nuevo Herald y The Miami Herald presenciaron cuando dos haitianas, que habían cruzado hacia República Dominicana, entregaron dinero a guardias del CESFRONT a una cuadra del río. Los guardias habían perseguido y golpeado a las haitianas.

Cuando los reporteros confrontaron a uno de los guardias, éste respondió: 'Yo estaba tratando de cambiar un billete en monedas con ellas''.

Al preguntársele el nombre, echó a correr hacia el río.

Una de las haitianas comentó que los militares ''ya les habían pedido un soborno pero querían más''.

Los reporteros observaron que una vez sorteado el paso del río, los niños son escondidos en refugios en Dajabón. Uno de estos albergues es una casa situada a una cuadra de la ribera que además funciona como motel de citas sexuales.

"En la noche los gemidos de placer se confunden con los gritos de los niños'', comentó uno de los vecinos que pidió no ser identificado porque teme represalias. "Es muy triste no saber qué está pasando con esos niños, si están o no con sus papás''.

Después de medianoche, frente a la oscura calle de la casa, se estacionan, sin encender las luces, motocicletas y autobuses que van sacando poco a poco a los indocumentados. Algunas motocicletas llevan de dos a tres tres niños emparedados entre el chofer y un adulto.

Un reportero de El Nuevo Herald preguntó a la mujer que opera uno de los albergues en Dajabón si sabía que los niños que hospedaba eran indocumentados.

"Los acompañantes tienen pasaporte'', respondió la mujer, que se identificó como Pastora Rodríguez.

"¿Pero los niños lo tienen?", preguntó el reportero.

Rodríguez respondió que no sabía y se retiró.

De Dajabón los traficantes se dirigen hacia la carretera principal para tomar camino hacia Santiago de los Caballeros y Santo Domingo.

Uno de los buscones entrevistados explicó que envía en forma anticipada a un "correcaminos'' en motocicleta que soborna a los guardias en la carretera por una cantidad de $8 a $11. En cada puesto, el correcaminos extiende su mano al guardia con los billetes a manera de saludo.

El general Francisco José Gil, quien hasta agosto dirigía el CESFRONT, insistió en que sus guardias no son el problema y que los episodios de sobornos, a los que calificó de "travesuras'', son aislados.

A lo largo de la carretera entre Dajabón y Santiago de los Caballeros, el gobierno despliega los días de mercado binacional unos 12 puestos fijos y móviles de vigilancia con los que se pretende ejercer un mayor control sobre la inmigración ilegal.

Por los menos 20 adultos y niños indocumentados que ingresaron a República Dominicana pagando sobornos dijeron a reporteros de El Nuevo Herald que los guardias no los detuvieron ni exigieron los documentos de inmigración.

"Aquí, las autoridades de la oficialidad dominicana siempre son los que han permitido el flujo de migrantes, niños y adultos, mujeres y jóvenes ilegales. Lo han permitido y lo han querido'', dijo el padre Regino Martínez, director de Solidaridad Fronteriza en Dajabón. "Y el tráfico no se hace gratis. El tráfico es cobrando. Son corruptos''.

[Fuente: Gerardo Reyes y Jacqueline Charles, El Nuevo Herald, Miami, 28oct10]

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