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13mar11


Dueño de su silencio y esclavo de sus palabras


Poco a poco lo que va quedando claro es la oscuridad de muchas actuaciones del gobierno Uribe. A la farsa de la desmovilización de un supuesto grupo de las Farc ahora se suman desmovilizaciones fraudulentas de algunos bloques de las Auc.

Según versiones recientes que han dado ante la justicia los ex jefes ‘paras’ El Alemán y H.H., los bloques Cacique Nutibara y Héroes de Granada, desmovilizados en 2003 y 2005 respectivamente, fueron armados con bandidos de todos los pelambres, montaje del que habría estado enterado el entonces alto comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo.

Si bien hay que recibir con beneficio de inventario las declaraciones de esos criminales, más interesados en obtener beneficios judiciales que en contribuir a develar la verdad sobre el paramilitarismo, lo cierto es que mucho de lo que ellos y otros más han destapado sobre el polémico proceso con las Auc no es nuevo. Múltiples denuncias sobre anomalías e interrogantes y dudas sobre el polémico proceso las hicieron públicas a lo largo de éste algunos medios, asociaciones de víctimas, investigadores del conflicto y ONG nacionales e internacionales. Por ejemplo, días después de la entrega del Nutibara, Human Rights Watch expresó dudas sobre “la estrategia del Gobierno de autorizar que paramilitares rasos se desmovilicen mientras se deja a sus líderes libres para que sigan reclutando más miembros y cometiendo más crímenes”.

El Gobierno hizo oídos sordos. El afán de mostrar resultados justificaba cualquier entuerto. Por eso también aceptó en 2005 y 2006 otras desmovilizaciones dudosas: las de los bloques Héroes de Granada, del Magdalena Medio, del sur de Bolívar, Héroes de Rionegro y del Pacífico, entre otros, esos sí verdaderos falsos positivos en los que metieron gato por liebre: narcos por ‘paras’.

Fue un proceso inflado: mientras la cúpula paramilitar reconocía 15.000 hombres en su filas, el Gobierno aceptó sin chistar la desmovilización de más de 31.000 que, además, entregaron sólo 18.051 armas, según la Oficina del Alto Comisionado. Y fue mentiroso porque desde el comienzo había reconocidos narcotraficantes como Don Berna, y porque en la mesa de negociación estuvieron jefes que nunca fueron paramilitares sino narcos y porque la mayoría de los que firmaron el acuerdo de Santafé de Ralito eran mafiosos (hoy algunos rinden cuentas ante la justicia divina y otros ante las cortes gringas por narcotráfico). Y fue tramposo porque acabaron colados poderosos capos que pagaron millones de dólares por “franquicias” de bloques en Tolima, Arauca, Chocó, Antioquia… Y faltan datos de otros municipios.

Nada que no se supiera, nada sobre lo cual no se hubieran hecho advertencias y prendido alarmas, nada nuevo bajo el sol. Por eso desconcierta la sorpresa que registran algunos uribistas, y no del montón, frente al reciente destape de tantas mentiras y de tantas movidas chuecas. Estaban tan embrujados por Uribe y su política de seguridad democrática y su proceso de “pacificación” con las Auc, que no quisieron oír, no quisieron ver, no quisieron entender, y pusieron en off su capacidad crítica.

¿Qué les dirá ahora el auriga del proceso a la Fiscalía y la Procuraduría que lo indagan por “la desmovilización simulada de grupos armados al margen de la ley”? Difícil le quedará repetir el cuento del asalto a la buena fe: en una entrevista que Restrepo le dio a la revista Semana en medio del cuestionado proceso, a una pregunta de los periodistas sobre si el Gobierno no había sido en exceso generoso al aceptar tantos ‘narcos’ en la mesa de negociación, respondió: “Más que generoso, pragmático”. Sabio es el refrán que dice: “El hombre es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”.

[Fuente: Por María Elvira Samper, El Espectador, Bogotá, 13mar11]

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