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04abr11


Órdenes secretas


El desarrollo de la campaña militar en Libia parece cambiar de signo día a día, aunque esa percepción está fuertemente condicionada por la dificultad propia de seguir las acciones a distancia y por los esfuerzos de la prensa hegemónica por presentar como un éxito cada paso en contra de Muammar Kadafi.

Así, cuando días atrás ya se discutían los nombres de los posibles sucesores del líder libio en desgracia y se daba por descontada la victoria del Consejo Nacional de Transición de Bengasi (CNT), la realidad del campo de batalla ha dado otro vuelco y ha motivado al Secretario de Defensa estadounidense Robert Gates a admitir que el “régimen de Kadafi” podría durar mucho tiempo más.

En efecto, las noticias del 30 de marzo reflejaban la retirada de los rebeldes y la pérdida de los enclaves petroleros de Ras Lanuf y Brega, con un repliegue hasta Ajdabiya, en medio de una gran confusión.

El resultado táctico no parece ser casual sino que se desprendería de la mayor capacidad de los comandantes gubernamentales que han optado por utilizar vehículos civiles en lugar de blindados a efectos de dificultar la adquisición de blancos a la fuerza aérea extranjera.

A esta versatilidad táctica de las fuerzas de Kadafi se suma la sensación generalizada de que los rebeldes son incapaces de idear y conducir un plan sólido de operaciones, cuestión que desde el bando insurgente intenta excusarse sobredimensionando la calidad relativa del armamento.

La frustración generada por la retirada-desbandada se manifiesta también en reclamos de los mandos medios rebeldes hacia lo que se supone son los responsables de ejecutar el plan estratégico. El foco de las críticas se centra en la carencia de presencia en los campos de batalla y al incumplimiento de promesas referentes al suministro de armas y tropas calificadas.

En resumen, la foto del 30 de marzo muestra que pese a los intensos bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la posibilidad de un triunfo rebelde requiere de mayor ayuda extranjera.

Dado que esa ayuda no puede ser instrumentada con un desembarco explícito de fuerzas terrestres, dos opciones de socorro a los rebeldes se abren en perspectiva: el aporte de líderes tácticos occidentales que solapadamente dirijan las operaciones en el terreno y el suministro de armamentos.

La opción de utilizar asesores en el campo de batalla parece haber cobrado fuerza desde que la agencia Reuters publicó que el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, había firmado órdenes secretas que autorizan el apoyo encubierto de Estados Unidos a las fuerzas rebeldes.

Según la agencia noticiosa inglesa, estas órdenes representan la principal forma en que la que la Casa Blanca habitualmente autoriza las actividades de la CIA, pero no necesariamente se limitan a esa organización. Estados Unidos cuenta con militares entrenados para misiones secretas de combate directo y amplia experiencia en el suministro ilegal de armas.

Por otra parte, la provisión de armamento pesado a los insurgentes parece dificultarse en virtud de la falta de unanimidad al respecto en el seno de la comunidad internacional.

Si bien el Premio Nobel de la Paz y sus pares, el británico David Cameron y el francés Nicolás Sarkozy, no descartan a futuro la idea, Rusia, la Liga Árabe y otros países europeos se oponen.

En ese sentido Rusia cuestiona la entrega por la carencia de un liderazgo rebelde democrático y reconocible y la Liga Árabe aún se aferra a la fantasía de que la participación occidental estaba limitada a la protección de vidas civiles.

El planteo ruso se sustenta en el misterio que rodea al CNT surgido en Bengasi a principios de marzo y a sus pretensiones de posguerra. La tesis de fondo es que Estados Unidos ya ha pasado por la experiencia de proveer armas a grupos que mas tarde se mostraron incontrolables.

El CNT -apresuradamente reconocido por Francia y Portugal como gobierno legal de Libia- estaría compuesto por algo más de 30 delegados que tratan de preservar su identidad para proteger a sus de familias de posibles represalias en las ciudades bajo el control de Kadafi. Muy poco se sabe acerca de sus planes de pos guerra.

Otros países también han hecho conocer su posición respecto al abastecimiento de armas.

El vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores italiano, Mauricio Massari, sostuvo que el suministro de armas “es una medida extrema” que “dividiría” a la comunidad internacional. Los gobiernos de Noruega y Bélgica también excluyeron la posibilidad de establecer acciones para pertrechar a los rebeldes.

Pero para el flamante representante de Libia ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y ex canciller de Nicaragua, Padre Miguel D` Escoto, el suministro de armas al CNT es ya un hecho en progreso.

D` Escoto, que fuera designado por Kadafi el 29 de marzo, calificó de “pura hipocresía y demagogia” las versiones que daban como posibilidad a futuro la provisión de armas a los rebeldes porque “ya lo están haciendo”. Además no dudó en calificar ese acto de opuesto a las normas del derecho internacional y la carta de la ONU.

El nicaragüense tampoco ahorró críticas para referirse a la conducta del Premio Nobel de la Paz, quien “excedió a su predecesor George W. Bush por sus prácticas imperiales merced a una política exterior que constituye la peor amenaza a la paz y a la seguridad internacional porque encamina a la humanidad al borde de la extinción”.

Es importante destacar que mientras la prensa hegemónica se hizo amplio eco de las renuncias del canciller Libio Moussa Koussa y del embajador de Kadafi ante la ONU, Ali Abdessalam Treki -se desempeñaba como presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas-, la designación de D’Escoto pasó casi inadvertida.

En efecto, mientras las dimisiones fueron inmediatamente presentadas como éxitos y como signos de la implosión que estaría sufriendo el gobierno de Kadafi, el nombramiento de D’Escoto -lejos de ser considerado como una muestra sorprendente e inhabitual de solidaridad internacional- fue calificado de actitud mercenaria, en una demostración más de que el campo de batalla mediático es tan importante como el estrictamente bélico.

Como parte de esa lucha y tres días después del nombramiento de D’Escoto, la prensa hegemónica brindó amplia difusión a las declaraciones de la embajadora estadounidense, Susan Rice, quien descalificó la designación del nicaragüense por irregularidades de su visado para ingresar a Estados Unidos.

Los argumentos de Rice se basaron en que D’Escoto “no ha sido nombrado por nadie que represente al Gobierno libio” –había sido nombrado por el renunciante Moussa Koussa, pero la ONU aduce no haber recibido ninguna comunicación- y “carece de visado para ser el representante permanente de ningún país ante la ONU”.

Otro mandatario que no dudó en expresar sus reservas de suministrar armas a los rebeldes fue el premier turco Recep Tayyip Erdogan quien calificó de “inapropiada” la idea en virtud de que tal acción fomentaría el terrorismo.

Debe considerarse que Libia es un desierto que no otorga posibilidades de esconder una fuerza guerrillera de largo plazo. A diferencia de Afganistán –que se apoya en Pakistán-, Libia tampoco cuenta con países fronterizos que puedan servir como base para sostener una guerra de resistencia prolongada.

Además, el gobierno libio posee un poder de combate cien veces superior a los rebeldes. Los analistas creen que, en ausencia de una invasión formal de tropas disciplinadas, Kadafi podría sostener ventajosamente el conflicto en el terreno e incluso no se descarta que pudiera obtener el triunfo a mediano plazo.

Estas características hacen que reducir la capacidad beligerante de las fuerzas de Kadafi dependa del nivel de intervención y de compromiso de la coalición agresora, cuestión que explica los esfuerzos por enviar asesores y armas a los rebeldes.

[Fuente: Por Diego Ghersi, Agencia Periodística del Mercosur, Universidad Nacional de La Plata, 04abr11]

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